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domingo, 14 de octubre de 2007

10. La Sexta Casa

El viaje hacia la sexta casa transcurrió casi sin incidentes. Mike era más consciente que nunca de que le estaban siguien­do. No obstante, en lugar de miedo, solamente experimentó pru­dencia. Verdaderamente, podía percibir a sus espaldas, y no demasiado lejos, la siniestra energía que desprendía Eso que le estaba siguiendo. Antes había sido incapaz de sentir la ener­gía de la criatura. Era como si hubiera recibido un nuevo don de clarividencia. ¿Era quizás un sexto sentido? ¡Podía asegu­rar con total certeza que esa energía existía! ¿Qué significaba todo eso? ¿Qué o quién era esa... cosa? ¿Qué quería? ¿Por qué simplemente no se daba a conocer? ¿Por qué le seguía todo el tiempo?

Mike recordó el episodio de la tormenta, en el que la si­niestra figura verdosa había salido de su escondite y le había atacado mientras él era vulnerable. Al parecer, simplemente se había volatilizado cuando cayó el rayo. ¿Quizá tenía mie­do de Michael? Si era el caso, Mike no tenía de qué preocu­parse, y simplemente mantendría al espectro a raya durante el resto del trayecto hacia las dos últimas casas.

Sin embargo, Mike intuía que era probable que llegase el momento de ajustar cuentas con la siniestra cosa que se había convertido en su sombra en los trayectos entre una casa y otra. Rojo se lo había dado a entender bastante bien, y el nue­vo sentido intuitivo de Mike le estaba diciendo lo mismo. «¡Ten cuidado, Mike!», eran las palabras que escuchaba una y otra vez respecto al caso. ¿Era su mente la que le hablaba... o quién? Estaba empezando a percibir que las voces de los ángeles, de alguna manera, estaban fundiéndose con la suya y le daban información sobre el viaje. ¡Todo eso era tan nuevo!

Siguió andando, y al mirar hacia atrás alcanzó a ver por un instante, en dos ocasiones, a la cosa. Por lo menos, iba detrás de él. Mike consideró el hecho de que si Eso era astuto, po­dría adelantársele en el trayecto de la sexta a la séptima casa. Una voz intuitiva le habló en su mente de forma clara: «Lo mejor es que vigiles». Mike sacó el mapa para ver si el som­brío espectro tenía algún tipo de energía que apareciera en él. Sin embargo, el mapa era normal y mostraba, como siempre, todas las cosas que había alrededor del punto rojo con la ins­cripción «Estás aquí» en un radio de unos doscientos metros. Mike dio media vuelta y examinó con la mirada el lugar don­de había visto movimiento, y se dio cuenta de que la cosa estaba escondida justo fuera del radio de alcance del mapa. Se preguntó si Eso sabía que podía aparecer en el mapa y por lo mismo se mantenía a una distancia prudencial. Mike ten­dría que tenerlo en cuenta en todo momento, porque sintió que, de algún modo, era una información valiosa.

Encontró la casa blanca a primera hora de la tarde. Era pequeña y modesta; una casa de campo justo como las otras. Se acercó a ella y buscó la señal que le daría un avance res­pecto de las lecciones que aprendería allí. Su curiosidad no le defraudó y en efecto, la señal estaba allí, con la inscripción:

«Casa del Amor». Mike instantáneamente sintió curiosidad. ¿De qué trataba? Se había sentido querido en cada una de las casas anteriores. Ya había estado en la Casa de las Relacio­nes, y todavía le faltaba visitar esta casa completamente dedi­cada al amor.

Mike salió del camino y se dirigió a la puerta de entrada. No había ningún ángel para darle la bienvenida. Buscó el si­tio destinado a dejar los zapatos, y lo encontró. Mike se pregun­tó si tenía que esperar al ángel blanco y al final decidió que no. Se quitó los zapatos, los puso en el sitio adecuado, abrió la puerta y entró.

¡Se sintió abrumado por el olor a flores! Recordó esa sen­sación. Ahora estaba en un vestíbulo que conducía a una am­plia zona de blancura indefinida. Recorrió el recibidor lenta­mente hasta llegar a un espacio blanco, enorme y abierto. Recordaba ese lugar. ¡Era donde había tenido su primera visión! Súbitamente, el enorme ángel blanco que había protagoniza­do aquella visión apareció ante él.

–¡Bienvenido, Michael Thomas de Propósito Puro! Vol­vemos a encontrarnos.

El ángel tenía una sonrisa impactante. ¡Y qué voz...! Mike estaba sumamente contento de ver a esta maravillo­sa entidad. De nuevo le asombraba la cualidad vaporosa de sus ropajes. El ángel parecía fundirse con la casa. Intuitiva­mente, Mike notó que Blanco, que es como lo llamaría, era diferente de los demás. ¡Flotaba! Los otros andaban. Blanco tenía un aire que, de alguna manera, le daba un mayor carác­ter de divinidad –si es que tal cosa podía ser posible–. Los otros ángeles del trayecto se habían hecho amigos suyos, se habían convertido en su familia. Este ángel era como un sacer­dote. ¡Resplandecía! Mike intuyó que Blanco no debía ser tocado y que llevaba consigo una gran energía. Una vez más, los nuevos poderes de Mike estaban funcionando a la perfección.

–Esta vez sí tienes rostro –le comentó Mike guiñándole un ojo. Recordaba que, en el encuentro anterior, todo lo refe­rente al ángel había sido difuso.

–Claro que sí, y eres capaz de verlo porque has llegado hasta aquí. Lo has hecho muy bien, Michael. Tu vibración es más alta que la de cualquier otro ser humano que haya viaja­do por esta tierra. Ya hay colores en tu nombre que lo revelan; colores que persistirán para siempre independientemente de tu éxito aquí, tanto si continúas tu viaje a la próxima casa, como si no lo haces.

De nuevo salía a colación el tema. ¿Se trataba de una ad­vertencia de que no iba a poder hacerlo? ¿Era una duda? Rojo le había transmitido la misma sensación: la de que tal vez fallaría en el último momento de ese viaje sagrado. «¿Qué va a acontecer que sea tan difícil?»

–Esta casa pondrá a prueba tu resolución de continuar –explicó Blanco, leyendo de nuevo la energía de Mike–. No todo es lo que parece. Usa esta observación como guía, y te irá bien en lo que está por venir.

Mike recordó que estaba ante el ángel que había dicho esa frase por primera vez. ¡Y qué acertada había sido! Era una fra­se que aconsejaba no hacer suposiciones. Era una advertencia a tener en cuenta, que le ayudaría de un modo u otro. Mike quería saber más sobre Blanco.

–Blanco, ¿eres diferente?

–Sí, Michael. Lo soy. Ésta es la casa del amor. Práctica­mente es la casa más pura en la que entrarás jamás. No es una casa de lecciones como las anteriores. Es la casa origen. Es el centro.

–¡Pero es la número seis de las siete casas de la serie! –exclamó Mike.

–Vuelvo a decirte que no todo es lo que parece. –El án­gel sonrió–. Créeme, esta casa es el centro. El orden de las casas está establecido sólo para tu lección, Michael. La distri­bución que ves solamente representa un atributo humano.

Mike tuvo inmediatamente curiosidad por saber más so­bre la casa.

–¿Qué ocurrirá aquí?

–La revelación.

El ángel se acercó flotando. ¡Tenía una cara hermosa, asom­brosamente tranquila! Si el amor tuviera una cara, sería ésa. Blanco continuó con sus respuestas.

–Y también un viaje hacia la elección. Un replanteamiento de todo lo que es esto. Y otro cambio vibratorio, si lo quieres.

–¿Quién eres realmente? –le preguntó Mike–. No eres solamente el ángel de la sexta casa. Lo sé.

–Yo soy conocido por todos, Michael Thomas. Y como yo soy conocido por todos, luego, existo.

Esta respuesta era idéntica a la que Blanco le había dado la primera vez que había hecho esa pregunta. Para él no tenía sentido.

–No comprendo bien tu respuesta. Blanco, pero sin duda algún día podré comprenderla. De todos los ángeles que he conocido hasta ahora, indudablemente, tú eres el más gran­dioso.

Mike estaba diciendo la verdad, porque había empezado a comprender que quien estaba ante él en ese momento era un ente de suma importancia espiritual, y potente energía.

–Es posible que lo sea, Michael Thomas, pero vendrá uno que es más grandioso que todos nosotros.

Blanco esperó pacientemente a que Mike reflexionara so­bre dicha afirmación. Luego, dio media vuelta, empezó a avan­zar flotando y le hizo una seña para que le siguiera. Le guió a través de un indescriptible y confuso laberinto de pseudovestíbulos. ¡Mike no podía percibir los detalles en ese lugar! Las salas y vestíbulos, si es que lo eran, habrían podido tener cual­quier forma, ya que no los podía distinguir.

–Me parece que me falla la vista, Blanco. Todo se funde con todo lo demás.

–Gran parte de lo que percibes está en dimensiones más elevadas, Michael Thomas, y tu mente no es capaz de discer­nirlo en este momento. Por esta razón no salí a recibirte a la puerta. No puedo salir fácilmente de este lugar, porque la físi­ca del exterior no aceptaría mi dimensión.

Mike sabía que se encontraba en un área de conocimiento que aún no comprendía, y no intentó hacerlo. Blanco le con­dujo a una puerta de aspecto familiar, que pudo ver con todo detalle. Entonces, el ángel habló:

–Tus aposentos y el comedor están en tu dimensión. De­bes entrar solo. Vendré a buscarte aquí por la mañana, des­pués del desayuno.

Blanco era muy elegante. Le sonrió ampliamente a Mike, haciendo que éste se sintiera verdaderamente bien. Había algo en su voz que provocaba en Mike el deseo de oírle hablar incesantemente. ¡Qué voz más bonita tenía! Mike recordaba cómo había reaccionado la primera vez que oyó la risa del án­gel. Quería seguir gozando de su compañía.

–¿Tienes que irte ahora?

–Sí, pero no pasa nada. Estaré aquí por la mañana.

–Te echaré de menos.

Mike sintió como si se estuviera despidiendo de un parien­te perdido mucho tiempo atrás. Realmente, no quería que Blan­co se marchara. ¡La energía que había entre ambos le causaba adicción! Reconoció que eso era insólito. Lo expresó en unas cuantas palabras, formulando una pregunta. El ángel ya sabía que estaba por hacerla.

–Blanco, ¿qué es lo que siento? ¿Puedes explicármelo de modo que pueda entenderlo?

–No –Blanco fue honesto y sonrió a Mike–. Pero de todos modos te lo diré.

El magnífico ángel siempre estaba dispuesto a tratar todo tipo de temas, incluso aquellos que eran muy avanzados espiri­tualmente para Mike. Así que continuó:

–Represento la fuente de toda la materia. Existo, luego existo, y soy la razón por la que existe el universo. Vivo en las más elevadas paradojas científicas imaginables, pero soy responsable de las emociones de un solo corazón humano. Soy la parte más pequeña de la física y la parte más grande del universo. Represento toda la luz. Soy el espacio entre el núcleo del átomo y la neblina del electrón. Soy la fuerza más abundante en el universo y la fuente de energía más poderosa. Provengo de la fuerza más distante pero más poderosa del universo. Soy la arena de la clepsidra, aunque soy también el centro, donde no existe el tiempo. Soy la fuerza creativa que permite a la física responder a la conciencia. Por lo tanto, soy un milagro: yo soy el amor.

Mike no entendió nada de todo eso, pero de todos modos sintió un respeto reverencial por el mensaje. Blanco tenía san­tidad. Mike estaba ante una parte de Dios que era sagrada y ungida. Esta vez no estaba ante un maestro, sino ante una personalidad, una celebridad, que poseía una voz como nun­ca antes había oído. Mike había sentido la misma cosa la pri­mera vez que había estado con el ángel.

–Gracias, Blanco –le dijo agradecido–, gracias. El ángel miró a Michael Thomas un buen rato antes de proseguir. Su voz sedosa se deslizó por los oídos de Mike como el rocío matinal por el húmedo pétalo de una flor.

–No pasarás mucho tiempo aquí, Michael Thomas. Ma­ñana te explicaré los cuatro atributos del amor y luego te pre­sentaré a alguien.

Por el modo cómo le miró Blanco, Mike presintió que es­taba por suceder algo poderoso. Sintió el amor del ángel y su compasión.

Blanco salió y le dejó con deseos de tener más de todo: más de esa voz maravillosa, más información, ¡más paz! ¡Eso era todo! El ángel llevaba consigo la paz cuando estaba cerca, pero la paz permaneció a pesar de que él se había marchado. ¡Qué sensación!

Mike había olvidado lo hambriento que estaba hasta que olió la comida que le aguardaba en la habitación contigua. Conocía la rutina, y rápidamente guardó sus pertenencias en el armario, se lavó y se preparó para cenar y acostarse tem­prano.

Después de la cena, Mike durmió como nunca lo había hecho en toda su vida. Esto superaba cualquier otra experien­cia similar en las otras casas. La sensación de paz era tan densa que podía degustarla y olerla. La serenidad era impo­nente, y daba como resultado un descanso total y profundo.

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Cuando el repugnante y vil ente de ojos rojos llegó a la casa blanca, no se detuvo para refugiarse en un árbol o para ace­char detrás de una roca. Michael ya había entrado en la casa, y Eso sabía que no había ningún peligro, y que podía pasar sin ser visto. Así que avanzó motivado por el siniestro propó­sito que le impulsaba a seguir adelante. Durante una hora, aproximadamente, anduvo rápidamente por el camino que conducía a la siguiente casa, y encontró un sitio perfecto para tender la emboscada. Exploró el terreno y pensó en todas las posibles contingencias de escape que Michael Thomas podía intentar. Luego Eso se instaló e inició el proceso de espera, practicando lo que iba a hacer, y convencido de que el engaño era perfecto. Michael no tendría oportunidad de hacer nada. Habría bajado la guardia.

Si usted hubiera sido un viajero transitando por ese cami­no en la penumbra de ese día límite en que había establecido la trampa, habría visto bajo un árbol a un hombre solitario repitiendo una y otra vez las mismas palabras, como si practi­cara un discurso. Si se hubiera acercado a esa persona aparen­temente apacible, habría observado que tenía la apariencia de un honrado granjero, y habría escuchado la voz de un amante padre: el padre de Michael Thomas.

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Mike se despertó temprano y se preparó. Sus aposentos eran similares a los de las otras casas, excepto que en esta ocasión eran totalmente blancos. Con frecuencia había considerado que el «blanco sobre blanco» parecía una decoración de cariz femenino, pero esta experiencia le hizo cambiar de opinión.

En este lugar, toda la blancura transmitía una sensación de paz, de serenidad. Mike encontró ropa blanca para vestirse, que se complementaba con unas zapatillas blancas –si hu­biera querido ponérselas.

Comió y, ¡qué comida! No sólo era sabrosa, sino que tenía un aspecto sensacional. Se sentó a la mesa, que tenía un man­tel blanco y una vajilla de porcelana blanca, con tazas blan­cas, vasos blancos e incluso cubiertos blancos. El color de la comida contrastaba espectacularmente con la blancura, con­firiéndole a todo el conjunto un aspecto como de galería de arte. Mike comió pausadamente, captando toda la elegancia de su entorno. Tanto blanco le hacía sentirse como en un pa­lacio, como si estuviera entre la realeza.

Cuando acabó de comer, respiró profundamente. Tenía la absoluta certeza de que el magnífico ángel blanco estaba al otro lado de la puerta, esperándole. «¿Qué va a suceder aquí?» Si el amor era el mayor poder del universo, y Mike estaba incrementando su vibración hacia él, entonces, ¿qué podría estar aguardándole que le tentara a dejar el camino?

Mike abrió la puerta y anduvo por el delicado vestíbulo de la casa blanca. Estaba en lo cierto: el ángel le esperaba justo donde Mike le había dejado la noche anterior.

–Buenos días, Michael Thomas –saludó el enorme ser.

Inmediatamente, Mike sintió la grandeza de la energía que rodeaba a Blanco.

–Buenos días, Blanco.

–¿Estás listo para seguir adelante?

–Sí.

Mike adoraba la sensación que le provocaba ese lugar, aun­que estaba un tanto aprensivo. El ángel le condujo a una sala para que pudiera sentarse, y una vez allí, le invitó a hacerlo. Mike se sentó. Allí no había material didáctico, ni pantallas o cuadros sinópticos; sólo una habitación blanca con la silla en la que Mike estaba ahora sentado. El ángel se colocó frente a él, y empezó el intercambio de información.

–Michael Thomas de Propósito Puro, estoy aquí para pre­sentarte los cuatro atributos del amor. Cuando el amor puro de Dios penetre en tu ser, todas tus células vibrarán con su integridad. Verás las cosas de otra manera. Tratarás a los de­más de un modo diferente. Tendrás un discernimiento pode­roso. Es la esencia de toda la creación pero, aunque parezca extraño, tu lenguaje sólo tiene una palabra para designar esta asombrosa propiedad. –El ángel sonrió–. Deseo mostrarte cómo funciona. Por favor, ven conmigo.

Mike se sorprendió con lo que vino a continuación. Creía que había tenido una gran experiencia en las primeras cinco casas y que lo había visto todo pero, sorprendentemente, ¡el ángel le estaba haciendo viajar! Sentado allí, le estaba llevan­do a toda prisa a una realidad interdimensional. Él y Blanco parecían reales, pero todo lo demás se tomó como un sueño. Tenía la sensación de movimiento, pero no estaba mareado. La blanca y difusa habitación se volvió un laberinto de colores y sonidos que cambiaba por completo ante sus ojos. Sentado todavía en la silla, Mike estaba siendo llevado a otra parte y, aunque estaba sorprendido, no tenía miedo. ¡Todo era tan ma­ravilloso!

Después de un rato, él y Blanco «llegaron» finalmente al destino que el ángel tenía en mente. La confusión del cambio dimensional empezó a desvanecerse, y Mike vio que él y Blan­co estaban en el ambiente de un hospital. Esto le sorprendió, porque había pensado que el ángel le llevaría a algún lugar celestial a ver el amor divino. En cambio, lo que estaba vien­do era una habitación de hospital como tantas otras. En la cama estaba un paciente conectado a varios tubos y sondas. Mike identificó el lugar como la zona que en los hospitales se denomina cuidados intensivos.

¡Era tan real! Podía oír todo lo que estaba sucediendo e, incluso, pudo oler el antiséptico que usan en los hospitales para limpiar los suelos y las paredes. Después de haber esta­do tanto tiempo haciendo un recorrido sagrado en una tierra espiritual, los sonidos y los olores agredieron los sentidos de Mike y le hicieron estremecerse. Era tan diferente, aunque le seguía resultando familiar. Los dos viajeros se colocaron en un sitio desde el que podían observar todo lo que ocurría en la habitación. Situados en una esquina, parecían flotar de una manera estática. El ambiente era tranquilo y Mike permane­cía en silencio. Lo único que se hacía evidente eran los soni­dos intermitentes, agudos, continuos y siseantes de los apara­tos médicos. Mike miró a su alrededor. Era innegable que el hombre que estaba en la cama era de edad avanzada. Estaba pálido, de un tono ceniciento, y parecía muy viejo y muy en­fermo. Tenía los ojos cerrados.

–¿Qué le pasa? –Mike habló en voz baja, como si el paciente pudiera oírle.

–Se está muriendo –respondió el ángel blanco. Mike había empezado a hacer otra pregunta cuando una mujer, de poco más de cuarenta años, entró sola en la habita­ción. Se quedó unos momentos observando al hombre que yacía en la cama. Mike se dio cuenta de que ella era, de algún modo, especial. Su intuición permanecía alerta, incluso en esta aparente visión.

–¿Quién es ella? –preguntó Mike.

–Es la hija del hombre moribundo –puntualizó Blan­co–. La historia que estás presenciando trata en realidad so­bre ella. –Mike iba captando la información a medida que el ángel iba hablando–. Se llama Mary, y tiene todas las razo­nes del mundo para despreciar al hombre que yace en la cama.

–¿Por qué habría de odiar a su padre?

–Porque abusó de ella repetidamente cuando era sólo una niña –respondió Blanco–. Esto la marcó, física y emo­cionalmente. Le arruinó la vida.

El ángel hizo una pausa y ambos miraron a Mary, que se acercaba a la cama.

–Su madre nunca supo nada al respecto –continuó Blan­co– porque Mary estaba demasiado aterrorizada como para hacérselo saber. Esto afectó a la relación entre madre e hija, y Mary se marchó de casa en cuanto pudo, para alejarse de su lascivo padre. La madre pensó que su hija no la quería, y nun­ca fueron capaces de disfrutar de algún tipo de amistad adulta que se estableciera entre ellas. Mary nunca le contó nada, y ella murió pensando que su hija no la quería.

–¡Eso es terrible!

Mike estaba verdaderamente afligido. Podía sentir la in­justicia de la situación y sentía mucha lástima por Mary. El ángel le miró con ironía.

–Ellos son de la misma familia, Michael. Al parecer, ya has olvidado tus lecciones en la Casa Roja.

Mike se mostró avergonzado. No, no las había olvidado en absoluto, pero era la primera vez que intentaba aplicar en otro ser humano lo que había aprendido sobre su propia fa­milia espiritual. Se dio cuenta de que Blanco había hecho alusión al hecho de que el padre y la hija tenían juntos un contrato kármico, exactamente como los que él tenía con su propia familia espiritual.

–La cosa empeora –continuó hablando Blanco–. Cuan­do ella intentaba tener una relación de pareja normal y encon­trar un marido, las experiencias de su infancia con su padre siempre malograban sus iniciativas. Nunca fue capaz de ca­sarse felizmente ni de tener hijos.

Mike suspiró y luego habló.

–Vaya acuerdo que establecieron.

Se sentía abrumado por la dureza de lo que Mary se había visto obligada a vivir. El ángel miró a Mike con admiración. No tenía que decir nada. Era la manera que Blanco tema de hacerle un cumplido a Mike por lo que había aprendido hasta el momento en su viaje.

–¿Comprendes, Michael Thomas, que lo que ha ocurrido entre Mary y su padre era un contrato de increíble amor?

–Sí, Blanco. Pero como ser humano, sigo encontrando que es un concepto difícil de entender y de aceptar.

–Porque tu dualidad está funcionando, Michael –afirmó Blanco–. Es posible que nunca aceptes completamente al­gunas de estas cosas mientras tengas forma humana, y es del todo comprensible.

Mike siguió observando la situación en la habitación del hospital. Mary permanecía en silencio al lado de su padre, tal vez esperando a que éste se despertara. Puso algunas de sus cosas en la mesita de noche.

–Debe de odiarle mucho –comentó Mike a Blanco en voz baja y con tristeza.

–No, Mike. Ella le quiere muchísimo. Mike se quedó pasmado con la afirmación.

–¿Después de todo lo que él le ha hecho? –inquirió. Blanco se volvió y le miró de frente.

–Mary tiene algo en común contigo, Michael Thomas, y también algo que no compartís –el ángel se detuvo y miró intensamente a Mike para ver su reacción. Éste le escucha­ba–. A diferencia de ti, ella está ahora en la Tierra, pero como tú, adquirió una plena comprensión de la información que has recibido en las cinco primeras casas.

¡Mike estaba atónito! Había creído que su recorrido espi­ritual era algo que un ser humano recibía solamente al hacer el viaje en el que él estaba inmerso ahora. No supo qué decir. «¿Cómo era posible?» El ángel vio la angustia y la confusión de Mike y siguió explicando:

–Mary hizo sus cambios vibratorios por sí misma, Mi­chael, y esto le llevó casi nueve años de su vida. ¡Tú has he­cho los tuyos en sólo unas cuantas semanas! Eres realmente especial. Sin embargo, la información que has recopilado en las primeras cinco casas, más la información que encuentres en ésta y en la última casa, ha estado en la Tierra durante eones[1]. Para que un ser humano pueda acceder a ella, sólo tiene que darse cuenta de su dualidad e intentar encontrar la verdad de su existencia. Se ha escrito mucho acerca del modo cómo funcionan las cosas, y hay muchos maestros humanos que pueden ayudar a conseguir esta comprensión.

Mike estaba muy callado. Ésta era una información real­mente nueva para él, y tenía que asimilarlo lentamente y en­tender lo que significaba. Estaba empezando a sentirse in­quieto. ¿Había cometido un error en la visión del hospital al pedirle a Blanco que le permitiera dejar la Tierra para regre­sar al Hogar? Ahora se daba cuenta de que todo lo que había aprendido también era factible de lograrlo si se hubiera que­dado.

–Blanco, ¿por qué tardó ella nueve años?

–Porque fue a su propio ritmo, Michael, y se la honró por eso. Ella no tuvo el privilegio que has tenido tú de contar con ángeles que le explicaran y la asesoraran. No tuvo el honor que has tenido tú, de encontrar a tu familia cara a cara. A diferencia tuya, ella no sabe los nombres angélicos de los miembros de su familia. Le ha llevado mucho tiempo, dado que sigue estando en la vibración de las tres[2], y vive en una energía que es más baja. Por lo tanto, su dualidad es más fuer­te, y su conciencia e iluminación tardarán más a causa de esto.

Mike se sentó y miró a Mary. Allí estaba ella, vibrando a un nivel muy alto, aunque aparentaba ser pequeña y frágil.

–No dejes que las apariencias te engañen, Michael. No todo es lo que parece. –El ángel blanco había leído de nuevo la energía de Mike–. Ella es una guerrera de la luz. ¡Ha ma­tado al gigante y es poderosa!

Mike estaba empezando a sentirse realmente incómodo. ¿Qué significaba eso exactamente? Empezaba a preguntar sobre esto cuando Blanco habló otra vez.

–Michael Thomas de Propósito Puro, estamos aquí para observar cómo esta mujer aparentemente insignificante te enseña los cuatro atributos del amor.

Mike estaba muy quieto. Sabía intuitivamente que todavía tenía mucho que aprender. Justo ahora que pensaba que ya estaba llegando al Hogar, las cosas se estaban complicando aún más. El ángel siguió hablando:

–Presta atención porque ella lleva consigo el mismo po­der que yo. Ella comprende el amor, Michael, y parte de mí reside en ella a causa de esto. No hay mayor poder que éste. Ella también ha aceptado al ser dorado.

Mike sabía que no era el momento de hacer más pregun­tas. Miraba la escena mientras Blanco seguía explicando lo que estaba sucediendo.

–Michael Thomas, el primer atributo del Amor es éste: el amor es silencioso. Habrás notado que ella no ha entrado en la habitación a bombo y platillo. Su abusivo padre está muy enfermo. No puede defenderse y está débil. Ésta sería su gran oportunidad de vengarse. Ella podría haber entrado ha­ciendo ruido, anunciándose para atemorizarle. Él sabe lo que ha hecho, Michael, y se siente culpable y avergonzado. Esto ha afectado también a su vida, y ha lidiado mal con ello du­rante años. Espiritualmente, él no sabe lo que ella sabe, ni tiene el nuevo poder que ella tiene. Mira lo tranquila que está ella, Michael Thomas.

Mike y Blanco observaron en silencio cómo Mary arregla­ba las sábanas de la cama de su padre y se sentaba al lado del endeble hombre, apoyando delicadamente la cabeza sobre el pecho de él. ¡Mike podía sentir lo que ella estaba sintiendo! De alguna manera. Blanco estaba tomando en cuenta eso. Había paz y serenidad tanto en la mente como en la actitud de ella, y en su corazón no había ninguna intención de represa­lia. Había perdonado a su padre tan decididamente que en su mente y en su corazón no había sentimientos de victimización o cólera. ¡Qué mujer! Mike percibió la compasión que ella experimentaba por ese hombre que había cumplido su con­trato con tanta eficiencia, dejando una marca pesada y grave en la vida de ella.

Pasó un buen rato, y finalmente el padre abrió los ojos y descubrió su presencia. Al ver que se despertaba, ella se le­vantó. Él abrió desmesuradamente los ojos, y en ellos se po­dían apreciar sentimientos instantáneos de sorpresa y temor. ¡Ella estaba ahí! ¿Qué estaba haciendo ahí? ¡No la había vis­to en muchos años! ¿Iba a vociferar en su contra... o a hacerle algo peor? Él estaba empezando a reaccionar. Los instrumen­tos que medían sus constantes vitales empezaron a aumentar su actividad. Los sonidos intermitentes, agudos, continuos y siseantes se aceleraron.

–Fíjate, Michael –la voz de Blanco era maravillosa y dulce–. Éste es el segundo atributo del amor puro: el amor no tiene agenda. En este momento, ella podría pedirle lo que quisiera a su padre, porque él está débil y se siente culpable. Es un hombre rico. Ella podría pedirle riqueza, indemniza­ción legal por lo que hizo, o tal vez que solamente se retrac­tara de su conducta del pasado en voz alta, para que ella pu­diera oírle mientras lo hacía. Podría amenazarle con hacerle daño o con dilapidar su patrimonio... o ambas cosas. Obsér­vala, Michael.

Mary puso una mano sobre la cabeza de su padre y le susu­rró algo al oído. Inmediatamente, la actividad de los instru­mentos volvió a ser normal. Él suspiró, y Mike pudo ver cómo se le llenaban los ojos de lágrimas.

–¿Qué le ha dicho ella, Blanco? –Mike no pudo oír lo que Mary había susurrado.

–Le ha dicho: «Te quiero, padre, y te perdono de todo corazón» –respondió el ángel.

Mike estaba impresionado de que ese drama se estuviera desarrollando ante sus ojos. Se preguntó si hubiera tenido el poder y la sabiduría para hacer lo mismo si hubiera estado en su situación. Sintió una gran admiración por Mary.

–¿Ella no le ha pedido nada?

–No, Michael. Ella está contenta simplemente con ser. De nuevo, Michael sintió lo que Mary sentía. Todo estaba concluyendo y se desarrollaba de acuerdo al karma que exis­tía entre ellos. Ella era clara y, de alguna manera, le estaba dando a su padre con la misma claridad y conclusión un as­pecto importante de su vida en común. ¡Acababa de desarmar algo que había consumido a su padre, con culpa y aflicción, durante más de treinta y cinco años! Se podía ver perfecta­mente en el rostro de él. En lugar de pedir algo como com­pensación, le había dado un regalo. Ahora, sus lágrimas eran abundantes y fluían silenciosamente por sus mejillas. Mary se sentó otra vez y estrechó entre sus brazos a ese hombre tan querido que era su padre, y volvió a apoyar la cabeza contra su pecho. Ya no hubo más diálogo. No era necesario.

–Michael Thomas, el tercer atributo del amor es éste: el amor no se vanagloria de mismo. Ahora que ella ha demos­trado que su madurez es gloriosa, no dice nada. Ahora él le debe mucho por su divina reconciliación, pero ella guarda silencio. Ella podría haberse recreado en su poder y erguirse llena de orgullo por haber sido capaz de perdonarle, pero guar­da silencio. Tendría todo el derecho del mundo para ponerse de pie con arrogante orgullo por los nueve años que empleó para llegar a donde está, pero guarda silencio.

A Mike le imponía respeto esa mujer. Realmente, era una guerrera de la luz, y comprendía cosas que Mike apenas esta­ba aprendiendo. ¡Quién iba a imaginarse tal cosa! ¡Ella se­guía estando en la Tierra y poseía todo ese conocimiento! ¡ Qué vida tan rica y llena de paz debía de tener! Mike estaba intros­pectivo, aunque captaba plenamente la escena que se desa­rrollaba ante él.

No había nada que el padre pudiera decir. Le había perdo­nado todo, y en lo más profundo de su ser estaba sintiendo una paz y una liberación maravillosas. Mary no había hecho nada espiritual por su padre; solamente se había superado a sí misma, y eso repercutía en él. Todavía quedaba algo más por esclarecer. Mike sabía que lo que estaba viendo tenía un gran significado.

El padre contempló largo rato a su maravillosa hija y cerró los ojos con suavidad. La sonrisa en su rostro era paz pura. Ella le había dado el regalo de una vida, y justo a tiempo. Los instrumentos a los que el hombre estaba enchufado empezaron a hacer ruidos disímiles en diferentes tonos y volúmenes. El siseo cesó y Mike supo que el padre acababa de morir. Los componentes del personal sanitario irrumpieron precipitada­mente en la habitación, pero ya no había nada que hacer. Des­pués de mucha actividad y algunos preparativos finales, le cubrieron la cabeza y le dejaron con Mary. Blanco habló de nuevo:

–Michael Thomas, el cuarto atributo del amor puro es: ¡el amor tiene la sabiduría para usar los otros tres atribu­tos a la perfección! Ella calculó todo apropiadamente y lle­gó oportunamente. Para saber exactamente cuándo venir, usó su mapa intuitivo, Michael Thomas. Ahora, fíjate qué hace.

La atención de Mike cambió de Blanco a lo que estaba sucediendo en la habitación. Mary no estaba sollozando in­controladamente por la pérdida de su padre. No estaba llena de aflicción, a pesar de que su amor por ese hombre era enor­me. Había pedido al personal sanitario que le permitieran que­darse allí con él. Mike observó que Mary ponía la mano sobre el pecho de la figura cubierta que había sido su padre, la se­milla de su existencia. Levantó la cabeza, ¡y miró hacia don­de estaban Blanco y Mike! ¡Parecía hablar directamente con ellos! Por primera vez estaban escuchando la potente voz de Mary.

–Que la Tierra recuerde a este hombre, a quien tanto quiero –la voz de Mary tenía autoridad–. Él vino y cumplió con su contrato perfectamente. ¡Acepto su regalo! Celebrad su re­greso al hogar.

Pausadamente, Mary bajó los ojos, recogió sus cosas y sa­lió de la habitación. Mike estaba boquiabierto por lo que aca­baba de presenciar. Sentía la emoción del momento y estaba abrumado a causa de ello. Acababa de contemplar la finaliza­ción y la conclusión de un contrato de una vida. ¡Y qué final!

–Fue la sabiduría del amor lo que permitió a Mary cele­brar esta muerte y no llorarla –señaló muy sabiamente Blan­co. Miró a Michael Thomas e inmediatamente le preguntó cuál era su reacción–. ¿Qué sientes, Michael Thomas de Pro­pósito Puro?

Blanco no era impaciente y esperó a que Mike recuperara un poco la serenidad.

–Siento... –Mike se aclaró la garganta– que esa mujer me ha enseñado en poco tiempo tanto como los ángeles en mi viaje hasta aquí –Mike era consciente de lo que estaba di­ciendo, y al instante matizó–: No es que no lo aprecie...

Blanco levantó su borrosa mano e interrumpió a Mike.

–Tu respuesta es perfecta, Michael Thomas. Perfecta. Ha sido el ser humano quien ha tenido la capacidad de crear la diferencia. Así es como debe ser y así será también en la próxi­ma prueba.

Al instante, la escena se hizo borrosa y Mike tuvo otra vez la sensación de ser transportado. En un santiamén estuvieron de regreso en la habitación blanca de la casa blanca que fue su punto de partida. Mike estaba muy callado.

–Quieres preguntar algo, Michael Thomas? –inquirió Blanco.

Mike pensó qué era lo que realmente deseaba. Sabía que no era tan poderoso como Mary y que aunque había aprendi­do y había comprendido muchísimo sobre el funcionamiento de las cosas, no poseía el sereno poder de Mary. Tenía armas y un mapa mágico, y mucho conocimiento. Tenía una elevada vibración y había experimentado muchas cosas, pero carecía del amor que Mary mostraba. Hizo la pregunta mágica.

–¿Puedo tener ese poderoso amor, Blanco?

–¿Es tu intención que sea así, Michael Thomas?

–Sí.

–Michael Thomas de Propósito Puro, ¿amas a Dios? Mike se irguió, pensando que ésa era la razón por la que todos los ángeles le habían hecho esa pregunta _para cuan­do llegara ese preciso momento– y él pudiera estar allí y responder.

–Sí, Blanco –Michael fue muy formal.

–¡Entonces, deja que tu propósito puro cree el poder! Mike no recordaba lo que ocurrió a continuación. Perdió su conciencia como ser humano. Tuvo sueños... de alguna ma­nera lo transportaron a algún lugar... hubo una ceremonia... hubo una celebración... le habían dado algo... un don que po­día llevar en su estructura celular biológica. ¡Allí estaban otra vez sus padres! Todo era tan difuso... tan maravilloso...

Cuando despertó, Mike yacía en una cama blanca, en sus aposentos blancos. Era de noche y estaba exhausto. Sentía que había participado en una especie de prueba ceremonial gimnástica. Su mente estaba adormecida y no podía concen­trarse. ¿Qué había sucedido? Podía solucionarlo más tarde. Ahora, debía dormir. Mike se arrastró hasta conseguir meter­se bajo las sábanas y se durmió al instante. Como antes, dur­mió muy bien.

óóó

Cuando se levantó a la mañana siguiente, Mike sabía que, una vez más, se había producido un cambio en su organismo. Se quedó sentado en el borde de la cama durante un buen rato, pensando en todo ello. Había descansado y estaba tran­quilo. ¡Se sentía como nuevo! Aunque no podía designar a ese estado una sensación en particular, también sentía que de alguna manera tenía más sabiduría respecto a su ser. Mike sabía muchísimo, y aquí era donde radicaba la amenaza.

No podía quitarse de la mente la imagen de Mary y su padre. Ella estaba en la Tierra, pero ya era un maravilloso ser espiritual. Había conseguido enormes cambios en su vibra­ción, y era poderosa en su vida. Ella se había quedado. No había pedido ir a «casa»; había soportado la vida en la Tierra y había recorrido todo el trayecto. ¡En cambio, él se había amilanado!

¿En qué parte de todo esto estaba la integridad? Mike ape­nas estaba empezando a detectar dónde su nueva sabiduría estaba creando realmente un tipo de introspección y evalua­ción de la integridad, de una clase que no había conocido ja­más. Mike era honesto, quizás uno de los hombres más ho­nestos que existían. Había valido la pena vivir en la granja y ser educado por unos padres maravillosos y honestos, pero eso no le había provocado sentimientos como los que ahora experimentaba. La honestidad terrenal no era lo mismo que la honestidad espiritual. La honestidad espiritual parecía in­cluir la sabiduría de varias dimensiones más, antes de que la verificación de la integridad finalizara.

Mike empezaba a comprender lo que Rojo y Blanco ha­bían querido decir respecto de su opción de continuar. Con su sabiduría recién descubierta su manera de pensar estaba em­pezando a cambiar. ¿Era correcto todo lo que estaba hacien­do? ¿Había una búsqueda espiritual mayor que la que había solicitado?

Siguió pensando en todo ello mientras se levantaba, vestía y desayunaba. En cuanto viera a Blanco, le haría algunas pre­guntas muy precisas. El ángel podía asesorarle en esas cosas;

sabía que podía ayudarle.

Blanco estaba esperándolo, como ya era habitual, al otro lado de la puerta. Mike fue a su encuentro pero sin decir nada. Blanco esperó a que Mike observara su nuevo entorno. Toda la imprecisión de las paredes, de los suelos y de los vestíbu­los se había vuelto nítida. Mike vio lo intrincado del diseño, que no había percibido antes. ¡Era precioso! Pero eso no era todo.

¡La sensación de entrar dentro de la luz del ángel era sor­prendente! Él y ese gran ente blanco compartían algo que co­municaba asociación. Mike sentía que, de alguna manera, for­maba parte de lo que Blanco era. Mike le quería. Sintió que su respiración se aceleraba a causa de ello.

–Esta es tu nueva percepción visual, Michael Thomas –dijo el ángel, que habló sin que Mike tuviera que pedírse­lo–. Éste es el inicio de un cambio dimensional y biológico. Es igual al de Mary, y lo estás experimentando porque lo has deseado con una pureza que casi nunca hemos visto.

–Blanco, tengo que hacerte algunas preguntas muy im­portantes.

Mike había tratado de estar muy tranquilo y ser muy respe­tuoso en su forma de expresar esta afirmación, ¡pero quedó conmocionado al oír cómo sonaba su propia voz! Era más sonora, ¿o quizá más fuerte? No, era extrañamente diferente, y Mike se sintió incómodo con el cambio. Era casi una viola­ción a su persona. Se sintió angustiado.

–Michael, quédate quieto un momento –le pidió el án­gel con una voz compasiva y reconfortante–. ¿Qué oyes cuan­do mi voz te habla? Hay un complemento del amor y la paz que te ha afectado desde el inicio de nuestra asociación. ¿Re­cuerdas que incluso me preguntaste sobre él? Parece ser que tu propósito de avanzar podría robarte preciosas cosas perso­nales. Este es un elemento esencial de tu viaje. ¿Recuerdas que Azul te lo comentó? Te dijo que tu anterior vibración era cómoda y que te costaría un poco acostumbrarte a la nueva. Cuando saliste de la casa de Naranja también aprendiste un poco sobre esto, cuando te viste obligado a deshacerte de tus queridas pertenencias. Lamentaste y lloraste su pérdida, pero era necesario para que avanzases. Después de un rato ya no pensaste más en ellas. Ayer te propusiste realizar un cambio personal mayúsculo, y en respuesta a tu petición has hecho un gran cambio, que será más personal a medida que avances, Michael. Tu visión, tu voz y tus pensamientos asumirán un mayor propósito. Te estás volviendo un guerrero de la luz, exactamente como Mary.

Mike sintió que un torrente de sabiduría y comprensión fluía de las palabras de Blanco, pero la información recibida también potenció su necesidad de preguntar al ángel acerca de su búsqueda espiritual. Ignoró lo mejor que pudo la voz de extraño sonido que ahora era la suya.

–Gracias, Blanco. Lo entiendo. Estoy agradecido por el regalo y lo usaré como lo he hecho con las otras cosas. Por favor, Blanco, necesitamos hablar. Necesito consejo.

El ángel sabía que ocurriría eso y habló:

–Es mucho lo que puedo decirte, Michael, y responderé a todo aquello que me sea posible. También hay un área desti­nada exclusivamente a tu sabiduría. Tu propósito te ha dado el poder de la elección fundamental y del discernimiento sa­bio. Estas opciones son ungidas y contienen tu propia esen­cia. Ellas dan forma a tu futuro y crean tu realidad. Afectan a quienes te rodean y, por lo tanto, tú debes hacerlas.

Mike esperaba esto. Desde el inicio del viaje supo que los ángeles no harían el recorrido en su lugar. Sabía que las lec­ciones eran suyas y que lo que hiciera debía proceder de su propia mente. Con todo, intentaría extraer algo de conoci­miento que le ayudase a comprender mejor lo que en realidad estaba sucediendo, y lo que debería hacer a continuación.

–Eres un buen maestro, Blanco –su nueva voz le estaba sacando de quicio. Recordó la primera vez que escuchó su voz grabada en una cinta, cuando era un niño. «¿Así suena mi voz?», se había preguntado. «¡No puede ser!». La situación actual era similar.

Rápidamente, antes de que Mike pudiera preguntar nada más, Blanco dio media vuelta y se dirigió al comedor. Mike siguió al enorme ente flotante, y para él era como si le lleva­ran a recorrer una casa completamente nueva. Las cosas se veían muy diferentes. La belleza era pasmosa y espectacular. Parecía una maravillosa galería de arquitectura y escultura al mismo tiempo. ¡Por todas partes había cosas sorprendentes que ver! Se había perdido todo esto con su percepción visual anterior, y se preguntó qué era lo que se estaba perdiendo en ese momento e, incluso, qué podría llegar a ver en dimensio­nes más elevadas.

–Los colores, Michael –le respondió Blanco sin volver­se siquiera.

–¿Perdona?

Mike no entendió la frase, y siguió andando.

–Lo que te estás perdiendo son los colores.

–Pero ésta es la casa blanca –afirmó Mike mientras avan­zaban.

El ángel soltó una carcajada, que se extendió por los corre­dores e hizo sonreír a Mike.

–Sólo para los ojos humanos, Michael. El verdadero co­lor del Amor está mucho más allá de la vibración que perci­bes, y no es blanco, como tú lo ves. Para tí es blanco porque ninguna de las otras vibraciones te son accesibles. Para ti, verdaderamente, está desprovisto de color. En realidad, el color resplandece con una capa sobrepuesta de todas las vibraciones universales juntas. Es puro, y se encuentra en la parte superior del espectro. Es el color de una luz interdimensional tan enorme que tiene sustancia y espesor. Es un billón, un billón de veces más brillante que el sol del sistema al que pertenece la Tierra. Es el color de la verdad. Es mucho lo que no puedes ver por ser humano.

–¡Adoro este lugar! –exclamó Mike.

–Ya veremos si dura ese sentimiento –dijo Blanco. Nuevamente, Michael reaccionó con curiosidad a la insi­nuación del ángel respecto a un hipotético cambio. Tenía más preguntas por hacer. Siguieron recorriendo los laberínticos vestíbulos hasta que finalmente llegaron a una sala con ven­tanas, en la que había una silla.

–¿Se trata de otro viaje? –preguntó Mike.

–No exactamente –aclaró Blanco–. Pero te llevará a algún sitio.

El ángel se puso frente a Mike y le comunicó su disposi­ción para seguir con el tema.

–Michael Thomas de Propósito Puro, ¿qué es lo que quie­res saber?

Michael ya tenía en mente todas las preguntas que iba a formularle.

–Blanco, desde lo profundo de tu sabiduría, y de una ma­nera que yo pueda entender, ¿puedes decirme si mi búsqueda en esta grandiosa tierra es espiritualmente apropiada?

Mike necesitaba saber de la fuente si lo que había hecho era lo correcto.

–Claro que puedo.

Blanco permaneció en silencio un momento, como si fue­ra a responder escuetamente un «sí» o un «no». Luego prosi­guió antes de que Mike pudiera presionarle más:

–Desde el comienzo te comenté que lo que estás hacien­do es apropiado para tu vida. Por otra parte, sería imposible que todos estuviésemos apoyando algo que no fuera adecua­do para ti.

–Pero, ¿y Mary? –soltó Mike impulsivamente utilizan­do su nueva e incontrolable voz–. Ella tiene todos los dones e instrumentos, pero sigue estando en la Tierra. ¿No es mejor eso? ¿No representa un propósito espiritual más elevado?

–Para ella –respondió juiciosamente Blanco.

–¡Pero yo me estoy entrenando para servirme a mí mis­mo, Blanco! Voy a ir al «hogar», donde reside el amor. He pedido algo que es egoísta. ¿Cómo va a servir eso a la Tierra? Estoy en un camino que parece no aportar nada, excepto lo que yo quiero.

–¿Parece? –le interrumpió Blanco.

–Sí, eso parece –Mike estaba exasperado. Se quedó en silencio.

–¿Desde cuándo te importa servir a la Tierra, Michael? –Blanco se estaba divirtiendo con aquello.

A Mike le habían pillado con la pregunta. No pudo contes­tar inmediatamente.

–No lo sé –dijo pensativo–. Supongo que todo esto for­ma parte de mi nuevo yo.

–¿Qué te dije al principio, cuando nos conocimos, res­pecto a lo que las cosas parecen? Blanco le estaba poniendo a prueba.

–Que las cosas no siempre son lo que parecen –respon­dió Mike.

Ése había sido el tema recurrente en su viaje, y tanto Azul como Violeta habían dicho esas mismas palabras. Con Blan­co, ya eran tres los ángeles que habían dicho lo mismo.

–¡Muy bien! –aprobó Blanco–. ¿Qué más? Mike guardó silencio. No podía recordarlo.

–El deseo de ir a casa –continuó el ángel– no es egoís­ta, sino natural, y no se contrapone con el deseo de honrar tu propósito como ser humano –hizo una pausa–. Habiendo llegado hasta aquí, te diré otra cosa. –El grandioso ángel se movió hacia un lado, como si se estuviera preparando para algo–. Actualmente, en tu planeta hay una nueva energía que vibra con el cambio potencial y un propósito maravilloso. Tu petición del «hogar» es honrada debido a esta nueva energía. Por eso, tu viaje es algo que muy pocos seres humanos em­prenden, ya que hasta hace poco no era accesible. Tú, Michael Thomas, eres un precursor de este proceso. Ésta es la razón por la que celebramos tanto tu éxito y sabiduría.

Mike guardó silencio durante un buen rato. Finalmente, habló:

–De acuerdo, entonces está autorizado. –Mike estaba siendo lógico, ya que evaluaba los hechos a medida que los iba conociendo–. Pero, para mí, ¿hubiese sido mejor volver a la Tierra y hacer lo que hizo Mary?

–¿Para ti? –Blanco ladeó la cabeza–. ¿No será que es­tamos siendo egoístas?

–No lo digo en ese sentido –Mike se dio cuenta de que un argumento lógico no iba a funcionar con el maestro del Amor–. Quiero decir, realmente, ¿dónde debería estar? ¿Cómo debería actuar para conseguir el mayor bien para todo y para todos? Ésta es mi verdadera pregunta.

Este planteamiento hizo que Blanco se sintiera lleno de orgullo. Sonrió a Mike de oreja a oreja y habló con seriedad:

–Al hacer esta pregunta, Michael Thomas, demuestras que estás empezando a comprender verdaderamente cómo fun­cionan las cosas. Tu sabiduría empieza a manifestarse, Mi­chael.

–Gracias, Blanco, pero ¿cuál es la respuesta? Mike ignoró el cumplido y se estremeció un poco mientras presionaba al ángel para que le diera más información. Era incómodo ser tan agresivo con una entidad que era la perso­nificación de la gentileza.

–¿El mayor bien? –Blanco empezó a alejarse–. Es tu propia realidad, Michael. Y tú, como ser humano que vibra con una nueva intensidad, la crearás para ti. No hay un solo ser en todo el universo que pueda hacerlo por ti.

Blanco llegó a la puerta.

Mike comprendió que había entrado en una discusión que no avanzaría más. Éstas eran la clase de preguntas que los ángeles no querían, o no podían, responder. Probó una nueva táctica.

–Blanco, ¿seré capaz de discernir lo que es el bien supre­mo para todo y para todos?

–El próximo suceso será la prueba para saberlo. Blanco abrió la puerta y se dispuso a marchar. Mike se preguntó adónde iba el ángel, que siguió explicando:

–Todavía no tienes toda la información, Michael. Ésta es la casa del amor. Aún te queda mucho por ver aquí. Blanco salió al corredor.

–Michael –dijo mientras cerraba la puerta tras de sí–, ahora las cosas serán más difíciles para ti.

Blanco salió y cerró la puerta sin hacer ruido. Mike escu­chó el clic del picaporte, y todo quedó en silencio.

Mike sabía que algo estaba por suceder, algo poderoso. ¿Qué más podía haber? ¿Qué podía sucederle que causara en su alma una inquietud aún mayor que la conveniencia de su viaje? Mike se giró en la silla y se puso de cara al sitio donde había estado Blanco. Esperó pacientemente. Era consciente del hecho de que, fuese lo que fuese lo que sucediera, iba a ocurrir sin la participación del ángel. Fuese lo que fuese, era necesario que lo afrontara solo y, obviamente, Blanco quería que así fuera.

Toda la habitación parecía estar cambiando paulatinamen­te, y la luz del entorno varió. El blanco de las paredes se hizo tenue, y frente a la silla donde estaba Mike, a aproximada­mente cuatro metros, apareció una bruma refulgente, que len­tamente fue tomando la forma de una especie de figura. Mike estaba muy atento. Iba a conocer a alguien. Recordó que Blan­co comentó que esto ocurriría. La figura siguió definiéndose. Como si fuera un escenario intensamente iluminado, la zona que rodeaba a la emergente silueta se iba volviendo más bri­llante para que Mike pudiera ver a la persona que estaba con­cretándose. Mike se estaba acostumbrando a esa manera má­gica de presentar las cosas, y siguió sentado en el borde de la silla, observando en detalle el espacio cambiante que estaba delante de él.

¡Se trataba de una silueta femenina! Gradualmente, la fi­gura empezó a tomar forma bajo la atenta mirada de Mike, que hizo unas cuantas respiraciones profundas a medida que su aprensión iba en aumento. Su intuición estaba funcionando a las mil maravillas. Todas las células de su cuerpo vibra­ban excitadas, comunicándole que lo que estaba frente a él era extraordinario. Sus nuevos dones de discernimiento le decían a gritos que estaba apareciendo algo único y poderoso. Finalmente, la imagen se materializó del todo. ¡La visitante ya estaba allí!

La visión de la mujer que tenía delante le dejó sin aliento. En ella había mucho más que simple encanto. Él tuvo una sensación instantánea de familiaridad, de conexión, y eso tras­tornó su ser interior. ¡Ella era espectacular! Y él, ¿qué estaba sintiendo? ¿Por qué se habían disparado las alarmas de su corazón?

El llameante cabello rojizo enmarcaba una cara perfecta de compasión e increíble belleza. Ella le sonrió y el corazón de Mike casi le saltó del pecho. Sus ojos verdes refulgían como esmeraldas contrastando con el marfil perfecto de su piel. Mike hubiera jurado que nuevamente olía a violetas. A su mente acudieron todo tipo de pensamientos. Quizás ella fuera la diosa del amor, como las sirenas de las leyendas ancestrales. A Mike le estaba costando respirar, ¡hasta que se dio cuenta de que estaba conteniendo el aliento! ¿Qué estaba sucediendo? La miró con asombro. ¿Qué podría hacerle desvanecer de ese modo? ¿Por qué actuaba así su corazón? Sentía el cerebro blando y espeso, y sólo pudo suspirar con anhelo ante la vi­sión de esa espléndida criatura.

Mike había visto muchos ángeles en el transcurso de su viaje, pero éste debía de ser el más excelso de todos. Quizás era esto a lo que se refería Blanco cuando le había revelado que había alguien todavía más magnificente. Mike no podía articular palabra. La conexión entre el corazón de esa mujer y el suyo era asombrosa. Sentía como si se encontrara en una reunión y estuviera a punto de dar la bienvenida a un amor perdido mucho tiempo atrás. Ahora, la niebla se había disipa­do completamente, y ella estaba, con toda su magnificencia, en la misma dimensión que él.

Estaba maravillado. En toda su experiencia vital, nunca se había sentido vibrar de esta manera. No podía concentrarse en las palabras que quería decir. No sabía qué preguntar. La conocía... ¿o la había conocido? ¿Cómo era posible que su presencia le afectara de esa manera? ¿Por qué tenía ese senti­miento de recuerdo? ¡Entonces se dio cuenta de que la había reconocido! Su cara era una de las que estaban en el esquema de su familia, en la Casa Roja. Ella era uno de los que no se presentaron ante él. Se trataba de aquella imagen de una mu­jer pelirroja cuya energía había captado su interés inmediata­mente. ¿Por qué no se había presentado entonces? ¿Qué. era lo que Rojo le había dicho respecto de las personas que no había conocido? ¿Que eran contratos que todavía no se ha­bían cumplido? ¿Qué significaba eso?

La revelación se fue desplegando lentamente en la mente de Mike mientras ambos seguían mirándose mutuamente en un silencio denso. «Si ella está en el esquema de la Casa Roja», pensó Michael, «entonces no es un ángel, ¡sino que forma parte de mi familia kármica!». Mike estaba empezando a te­ner una sensación de malestar con ese encuentro, aunque su alma estaba cantando una canción que era completamente nueva para él. Era una canción que hablaba de gozo, propósi­to y amor. ¡Qué sentimiento y qué dicotomía! Parte de su ce­rebro le decía que estaba a punto de tener problemas, y la otra parte estaba contenta. La parte que estaba contenta parecía un niño que visita Disneylandia por primera vez, después de ha­ber estado contando los días y soportando la agonía de espe­rar a que llegara la gran recompensa. Sin embargo, su propio corazón era la parte inquieta. ¡Se sentía como si estuviera en un exprimidor!

Mike se sentía como un tonto. Se dio cuenta de que otra vez estaba respirando inadecuadamente. La figura que estaba ante él estaba afectando su fisiología. La visión de su magni­ficencia estaba provocando una reacción en su organismo. «¿Por qué me están sudando las manos?» Ella no era un án­gel, pero al estar frente a él afectaba a cada una de las células de su cuerpo. Mike ya no sabía si tenía la fuerza física para hablar. Sentía los ojos llenos de lágrimas y estaba emociona­do, como si viera a un amigo al que había perdido mucho tiempo atrás y que había dado por muerto. Ésta era, cierta­mente, una experiencia realmente memorable. Por suerte, ella fue la primera en hablar.

–Mike, soy yo.

La familiaridad y la bondad de su voz dejaron a Mike prác­ticamente fuera de combate. Se alegró de estar sentado, por­que sus rodillas flaqueaban, y sus piernas temblaban como si fueran flanes. ¡Todo su cuerpo reaccionó a una voz que le era indiscutiblemente conocida! Pero, ¿quién era ella? Sus ojos brillantes y su expresión le suplicaban que la reconociera. Él lo hizo, pero no del modo que ella quería. Mike debía hablar. Estaba segregando adrenalina como un colegial que reaccio­na ante la preciosa chica que cruza la sala para hablar con él. El cuerpo físico de ella era espléndido, y la ropa le sentaba como un guante. Él podía imaginar lo que sería abrazarla. ¡Oh, Dios! Mike se dio cuenta, un tanto incómodo y disgusta­do, ¡que estaba en las primeras etapas del deseo físico! ¿Qué le había dicho Verde sobre eso? ¿Que las relaciones íntimas físicas en el amor puro representaban el catalizador para la iluminación?

La humanidad de Mike provocaba que sus pensamientos parecieran fuera de lugar en ese sitio, pero la verdad es que estaba sucediendo, y sus sentimientos parecían ser apropia­dos y espiritualmente perfectos. De pronto, pudo escuchar la risa de Verde, pero la ignoró e hizo acopio de todo su valor para decir con voz trémula:

–Qué traje más bonito llevas.

¡Dios mío! ¿Qué había dicho? ¡Que cosa más torpe, tri­vial, inapropiada, necia e insulsa había hecho! Esa magnífica criatura aparece en la Casa del Amor, le provoca un respeto reverencial ¿y ésa era la única cosa que se le ocurría decir? Mike estaba mortificado por su estupidez. Ella le sonrió. Él se derritió.

–Gracias, Michael –dijo ella, guiñándole un ojo–. Soy Anolee y represento tu contrato amoroso.

De alguna manera, Mike lo había sabido. Su corazón latía fuertemente al oír su voz. Se secó las manos sudadas en los pantalones y entonces se dio cuenta de que ella le había visto hacerlo. Ella se le acercó, acompañada de la luz que la baña­ba. Al ver esto, Mike se encogió en la silla intentando desapa­recer, al mismo tiempo que hacía un esfuerzo por retroceder. En respuesta, se escuchó el soplido del cojín. Quería levan­tarse pero sabía que lo más probable era que se cayese, y no quería correr el riesgo de que ella lo presenciara. Ya había hecho bastante el ridículo. A ella le hizo gracia su timidez, pero no formuló ningún comentario. Él se sentía abrumado por su presencia. Cuando ella se había acercado, la había vis­to andar y había reconocido su manera de moverse. Realmen­te, había una parte de él que la conocía íntimamente. Su proxi­midad sólo avivó su conciencia de quién era ella. Ella siguió hablando:

–Si te hubieras quedado en la Tierra, Mike, había la ener­gía potencial para nuestro encuentro. ¿Recuerdas que lo pla­neamos juntos?

Mike no lo recordaba y no quería saberlo. Ella vio el co­mienzo de la dolorosa expresión de Mike, y su corazón apren­sivo.

–No hay problema. Estoy aquí para decirte que honra­mos lo que estás haciendo. La familia está orgullosa y todos lo estamos celebrando. Especialmente yo.

Mike no podía dejar pasar lo que era evidente. No le im­portaba que no hubiera problema. Le tenía sin cuidado que la familia lo estuviera celebrando. ¡Ella era todo cuanto él que­ría! Se había pasado la vida entera buscando el amor verdade­ro. Toda la vida en busca de eso. Sabía que el amor perfecto era posible, que podía establecer una asociación que estuvie­ra predestinada y fuera correcta ante Dios. Había rezado por ello cuando era un niño, al observar lo enamorados que esta­ban sus padres y cómo se trataban mutuamente. Al hacerse adulto tenía esa expectativa, y por esa razón había estado tan deprimido después de la ruptura de su relación amorosa. Eso había sido el quid de su búsqueda de realización en la Tierra. ¡Había sido su contrato! Ahora se estaba manifestando ante él, y se le permitía darle la bienvenida... y saber que siempre había estado ahí. Comprender esto fue como un golpe de mazo para su corazón. ¡Se había marchado demasiado pronto!

Entonces, otro pensamiento le hizo crisparse, y se vio obli­gado a preguntar:

–Anolee, ¿en el contrato establecimos que tendríamos hi­jos?

–Debían ser tres –respondió ella.

Esta respuesta aniquiló a Mike. No podía hablar. La dejó que continuara diciéndole los nombres espirituales de los hi­jos, pero escuchar cada una de las palabras era una agonía. Aunque ella estaba allí para honrarle por amor, para él era como una tortura. Su corazón se estaba rompiendo pedazo a pedazo con cada palabra, al darse cuenta de lo que había per­dido. ¡Los niños que no habían nacido! ¡Las experiencias! ¿Qué había hecho? Mike empezó a perder el control y sus emociones empezaron a surgir. Quería abrazarla y decirle cuán­to sentía no haberse quedado. Aunque ése no era el motivo por el que ella estaba allí, él quería hacerlo de todas maneras. Las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas y empezó a temblar. Ella había acabado de contar su historia y le había dado la información que tenía que darle.

Permaneció en silencio frente a Michael Thomas. La ener­gía potencial que había entre ellos era tan densa que podía cortarse con un cuchillo. Ante él había un espléndido ente femenino, más bello de lo que nadie pudiera imaginar, y lo único que era capaz de hacer era estar sentado en la silla, sollozando. Era patético. Todos los sentidos de Mike estaban saturados de la esencia del fracaso.

La electricidad que había en la atmósfera crujía con la ener­gía del propósito espiritual y del amor, aunque aparentemente no realizado y perdido para siempre. El olor de la ironía era acre. La única rosa que había en su vida nunca sería admirada y amada por su belleza. Su fragancia pasaría desapercibida y la preciosa rosa se marchitaría sola, sin que la abrazaran o la adoraran por su belleza perfecta y su elegancia natural.

El contrato entre ellos había sido poderoso, y el hecho de darse cuenta de esto estaba rompiendo el espíritu y el corazón de Michael Thomas mientras permanecía sentado en la silla blanca en la casa del Amor. La realidad de ella empezó a des­vanecerse y él reaccionó al instante, gritando:

–¡No! ¡No te vayas, por favor! ¡Por favor! Mike sentía que nunca más volvería a verla. Sólo pedía unos cuantos minutos más. Las palabras que ella pronunció como despedida sonaron como otro galimatías angélico.

–Michael, las cosas no son necesariamente lo que pa­recen.

La resplandeciente y magnifícente mujer que representaba el poder del amor en la vida de Michael Thomas, se desvane­ció ante sus ojos, diciendo las palabras aparentemente gasta­das que ya había escuchado antes. Con ella se desvanecieron las esperanzas de una vida humana. El había presenciado y escuchado cómo sus sueños de gozo se estrellaban contra las rocas del denominado propósito espiritual.

Mike quedó petrificado por la aflicción. No podía mover­se. Permaneció durante horas como una estatua, con la débil esperanza de que el precioso ente quisiera volver al mismo sitio que había ocupado; un sitio que su sola presencia había hecho sagrado. Rogó a Dios que le concediera solamente unos minutos más para estar con la compañera perdida.

Al finalizar el día, la luz de la habitación disminuyó de intensidad y cambió de color. Finalmente, se transformó en una negrura que imitaba a la noche sin luna que había en el exterior, y en el interior, reflejaba el abatimiento del corazón de Mike. Estaba sentado con el oscuro silencio de quien ha sido firme y decisivamente derrotado. No había alegría en su corazón; la paz de su viaje espiritual había sido reemplazada por la agonía del daño y por la enfermiza, oscura y torturadora sensación de pérdida. Su energía estaba minada por la inten­sidad de un corazón herido y una revelación profunda. Final­mente, Mike se quedó dormido. Siguió inmóvil, mientras sus sueños representaban una y otra vez la angustia del potente y trágico encuentro.

Tenía roto el corazón.

óóó

Amaneció y el nuevo día llenó de luz la habitación. Mike despertó en la silla en la que había pasado toda la noche. Sen­tía como si hubiera corrido una maratón y le dolían las arti­culaciones, pero no por la actividad, sino por haber estado en la misma posición durante muchas horas. Necesitaba comer, pero no tenía apetito. No obstante, hizo un esfuerzo para levan­tarse lentamente de la silla y hacer el recorrido hasta sus apo­sentos.

Como era habitual, la comida estaba preparada y comió mecánicamente, sin apreciar la delicada belleza de lo que le rodeaba, o el increíble sabor de la comida. Cuando acabó se dirigió al dormitorio, donde la cama estaba recién hecha, ya que nadie había dormido en ella. Abrió el armario; allí, tal como los había dejado, estaban los regalos que los ángeles le habían hecho con amor mientras estaba de visita en sus casas, aprendiendo.

Un sentimiento de triste sabiduría se esparció sobre Michael Thomas. Recordó la pregunta que le hiciera a Blanco: «¿Seré capaz de discernir la acción que es para el bien supremo de todo y para todos?».

Ahora comprendía la prueba. La esencia misma de su exis­tencia clamaba por volver a la Tierra en ese mismo momento. Todo lo que debía hacer era cerrar el armario, salir de la casa y tomar el camino hacia la izquierda en vez de hacerlo hacia la derecha. Sabía que podía expresar su propósito de inte­rrumpir el viaje y volver. Blanco le había dicho que no habría en ello crítica, ni culpa ni, desde luego, iluminación.

Mike sabía de sobra qué era lo correcto. Incluso Anolee le había dicho que todos ellos estaban orgullosos de él, y él se daba cuenta de que posiblemente también ella tenía herido el corazón. No obstante, le había animado a seguir adelante. Él sabía cuál era el bien máximo para todo y para todos. Girar hacia la izquierda significaba servir solamente a sí mismo y a sus deseos humanos de amor. Blanco le había dicho que su discernimiento de la verdad podría ser agudo, y lo era. No dudaba acerca de cuál era el camino correcto. Sólo sentía el irreprimible impulso de no tomarlo. Su corazón le pedía a gritos que se sometiera a la situación y regresara a la Tierra. Nadie saldría dañado y él podría seguir con su vida y encon­trar a Anolee. Entonces, la vida en la Tierra podría estar bien.

Sacó el mapa y se lo acercó, cerrando los ojos mientras rememoraba el tiempo que vivió en la Casa Azul. Lentamen­te, se puso la armadura y sintió el poder que ésta le otorgaba. La bendijo y dio gracias a Dios por el precioso símbolo que ella representaba. Cogió el escudo y lo estrechó con ambas manos contra su pecho, deleitándose con lo que significaba para él; luego lo puso en la posición de transporte, colgándo­selo en la espalda de modo que pudiera acceder a él instantá­neamente, en caso de necesitarlo. Como si fuera un guerrero preparándose para el combate, empuñó la espada y la blan­dió. Oyó el silbido del viento mientras la afilada hoja cortaba el aire. Recordó la ceremonia que había llevado a cabo con Naranja, y también lo que la espada representaba. Entonces la bendijo y la deslizó diestramente dentro de la vaina; estaba enfundada pero lista para utilizarla en caso de necesidad. Mike siguió erguido, vestido con su bonita ropa de viaje, y luego, dejó la habitación resueltamente.

Blanco estaba allí cuando Mike salió de la habitación. Vio la armadura, el escudo y la espada, e inmediatamente supo cuál era el propósito de Mike. Le sonrió y le hizo una reve­rencia poniendo las manos en posición de rezo –un honor que se desperdició completamente en Mike–. Después, le habló:.

–Michael Thomas de Propósito Puro, ¿cómo te sientes?

–Es difícil, Blanco. Estabas en lo cierto. No sabía cuan duro podía ser. Es la cosa más difícil que me he visto obliga­do a hacer en mi vida. Sigo sin sentirme bien al respecto... pero sé que esto es lo apropiado y lo correcto. Por favor, de­seo dejar este lugar. No es que tenga recuerdos de él muy agradables que digamos.

–Así será –Blanco dio media vuelta y condujo a Mike hacia la entrada. Mientras iban recorriendo el trayecto, el ángel le dijo por encima del hombro–: Esto aún no ha acabado, mi amigo humano.

Blanco flotó hacia el gran vestíbulo que conducía a la puerta de entrada.

–Ya lo sé.

Mike no conocía los detalles, pero su intuición le estaba diciendo que todavía había mucho por ver y por hacer en su viaje, aunque sólo le quedara una casa por visitar. De nuevo, su intuición era acertada.

Mientras Mike se ponía los zapatos, Blanco permaneció justo en el umbral de la puerta, pero del lado interior de la casa. Haciendo un balance, a Mike no le había gustado mu­cho que digamos la casa blanca. Blanco había predicho acer­tadamente lo que Mike podría sentir respecto a ella, y la ver­dad era que le complacía dejarla. El ángel lo sabía, pero no juzgaba los sentimientos de Mike. Por el contrario, Blanco sentía respeto reverencial por este ser humano. Los otros te­nían razón. Mike era diferente. Conseguiría su objetivo si era capaz de superar el trayecto final del viaje. Su discernimiento era enorme y su resolución lo era todavía más.

Mike ya se había puesto los zapatos y dio unos cuantos pasos por el patio delantero; luego se detuvo y se volvió hacia la puerta. Blanco le habló desde donde estaba, justo en el umbral de la puerta pero en el interior de la casa, dado que no podía aventurarse a salir.

–Michael Thomas de Propósito Puro, no hay amor más grande que éste... que un hombre quiera sacrificar su corazón por el beneficio de la totalidad.

Blanco le sonrió y cerró lentamente la puerta de la casa. Sus últimas palabras apenas fueron audibles mientras la puerta se cerraba.

–Nada es lo que parece. Ya verás. Ya verás. Se te quiere muchísimo...

Mike empezó a deambular por el sendero de la casa blanca de manera lenta y cansina, y se acercó al camino. Esta casa no era precisamente su preferida y estaba empezando a cansarse de que se dijera con tanta frecuencia esa frase en particular.

Le parecía como si todo el mundo ya se la hubiera dicho... varias veces. Sentía que ese lugar de color blanco había ex­traído mucho de él, pero la verdad era que él había obtenido mucho de ella. Permaneció un buen rato ante la blanca verja de la casa, mirando hacia la izquierda y, luego, hacia la dere­cha. Finalmente, abrió la verja, se plantó en medio del cami­no y se quedó muy quieto. Miró hacia la izquierda y cerró los ojos, teniendo cuidado de no dar un solo paso en esa direc­ción. Estaba llevando a cabo una pequeña ceremonia consigo mismo, y la empezó en silencio, pidiendo que los ángeles que había conocido estuvieran presentes y escucharan su declara­ción. Luego, dijo en voz alta:

–Esto no implica ningún sacrificio, Anolee, porque vol­veré a encontrarte y estaremos cara a cara, y conoceré a mis hijos que no han nacido, todo a su debido tiempo, cuando llegue a la puerta del hogar.

Mike estaba tomando de su corazón las enseñanzas de los ángeles sobre la naturaleza temporal de la Tierra y la absoluta realidad del Espíritu. Su afirmación llevaba implícita la pro­mesa de una clase de amor diferente, en un lugar diferente, pero, al fin y al cabo, era la promesa de una reunión. Había resuelto que su corazón se aferraría a la realidad de un futuro encuentro sagrado, en el que volvería a ver al amor de su vida, a su espléndida compañera. Entonces podría dedicarse a amar­la, y ella a él.

Mike suspiró y dio media vuelta. Con zancadas largas y decididas reanudó su viaje hacia la última casa. Mientras ca­minaba bajo la luz del sol, su armadura iba haciendo un sutil sonido metálico. Era consciente de que dejaba atrás una de las más grandes promesas de felicidad que jamás había te­nido. Estaba yendo en la dirección contraria y, aunque in­ternamente le dolía haber tomado esa decisión, tenía como consuelo la promesa del increíble amor de Dios, así como la absoluta certeza de que volvería a ver a Anolee. Iba pensati­vo, resuelto y serio. Michael Thomas había aprendido muchí­simo sobre el amor. Esta casa le había enseñado lo máximo sobre sí mismo, y sobre Dios, y había sido la única que había exprimido su alma hasta hacerle llorar gotas de verdad y de discernimiento, para que las identificara y las usara.

Esta vez no miró hacia atrás. No había indecisión en sus firmes zancadas. Aunque estaba un poco cansado, se sentía fortalecido y a salvo. Ahora, ésta era su tierra. La sentía como propia. Había pagado un precio por ese derecho. Se lo mere­cía. Pronto averiguaría si realmente era así, porque una hora de camino más adelante, otra gran prueba aguardaba a Michael Thomas. Eso le ofrecería la ocasión de librar una batalla por su propia alma.


[1] Se refiere a las tres dimensiones. (N. del T.)

[2] Período geológico que comprende dos o más eras. Entre los gnósticos, inte­ligencia eterna emanada de la divinidad suprema. (N. del T.}

PARA CONTINUAR LA LECTURA IR A:11-LA SÉPTIMA CASA.

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