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domingo, 14 de octubre de 2007

09. La Quinta Casa

No pasó mucho tiempo para que Mike se diera cuenta de que no seguir el camino también representaba desafíos. Debía com­probar constantemente la posición del sol para rectificar la dirección a seguir. Además, revisaba continuamente el mapa para evitar no ver la casa y pasar de largo. También era un viaje más lento debido a las incertidumbres sobre la posición.

A pesar de todos estos retos, Michael se dio cuenta de que, al menos por esta vez, el viaje era divertido. Estaba haciendo realidad el deseo de que Violeta se sintiera orgullosa de él, y también lo estaba haciendo por él, para demostrar que podía rebelarse contra cualquier manifestación de lo común, inclu­so en una tierra espiritual. Pero estaba empezando a sentir que con una vez era más que suficiente, y que tan pronto como encontrase la siguiente casa, probablemente en las ocasiones restantes volvería a usar el sendero. Era más fácil y no com­prometía ninguna de sus decisiones. De hecho, ahora sentía más que nunca que la decisión de seguir el sendero en una futura ocasión ¡estaba avalada por el hecho de que sabía lo que era no hacerlo! Ahora que había tenido ambas experien­cias, sentía que podía elegir convenientemente cuál de ellas iba a llevar a cabo, en lugar de sentirse obligado, por la cos­tumbre, a seguir el recorrido que le ofrecían.

Mike se dio cuenta también de que había desaparecido la sensación de que estaba siendo observado. ¿Había acabado con el castigo del implacable acoso de que era objeto? ¿Se había esfumado, simplemente, esa cosa siniestra y amenaza­dora que aparentemente le seguía durante el viaje? No. Mike era prudente. Supuso, acertadamente, que al cambiar la rutina de ir por el sendero, sencillamente había desconcertado a esa vil criatura que le había seguido tenazmente desde el princi­pio. Sin duda, Eso finalmente se daña cuenta de lo que había sucedido e iría a por él. Eso significaba que Mike tenía que ser cauteloso y estar alerta por las sorpresas que pudiera ha­ber tanto en la retaguardia como al frente.

Después de cuatro horas de recorrer la llanura, el cielo empezó a oscurecerse. Mike sabía claramente lo que eso sig­nificaba. Se avecinaba otra anomalía meteorológica extraña, aterradora y violenta, de las que solían irrumpir en ese lugar. Lo mejor que podía hacer era explorar el lugar para localizar un refugio inmediatamente. Recordó la vez anterior cuando, a los diez minutos de haberse desencadenado la tormenta, el terrible viento ululante le había obligado a postrarse boca abajo mientras rezaba por conservar la vida.

Mike sacó de nuevo el mapa y lo miró para conocer con precisión su entorno inmediato. Como era habitual, en el mapa estaba el punto rojo que mostraba justo lo que había en ese momento alrededor de Mike. Indicaba que acababa de pasar un montículo con un refugio parecido a una caverna. Mike lo recordaba, pero había pasado por el lado que no mostraba que allí hubiera una cueva. Guardó de prisa el mapa en el bolso e hizo el recorrido en sentido contrario hasta avistar las rocas que señalaban el lugar.

Mientras retrocedía hasta el refugio potencial, lo cual le llevó solamente unos minutos, la tormenta había evoluciona­do amenazadoramente. El cielo se estaba poniendo negro y los vientos huracanados empezaban a aullar. La lluvia ya es­taba haciendo acto de presencia cuando Mike vio la abertura y aceleró el paso. Justo cuando estaba entrando en la cueva, la naturaleza se desencadenó salvajemente. Mike tuvo que permanecer en el fondo de la cueva para evitar mojarse o ser engullido por la violencia estruendosa del exterior. Se sobre­cogió, una vez más, por la intensidad del acontecimiento, y también susurró su agradecimiento a Azul por haberle dado el mapa que le resguardaba de cualquier daño, aunque apa­rentemente en el último momento. Una vez más, el carácter «actual» del mapa se había alineado con su necesidad.

Desde el interior de la cueva, Mike siguió observando el espectáculo, sin dejar de vigilar el proceso de constante cam­bio del rugiente caos. ¡Era increíble! Se sentía contento de no estar a la intemperie, a su merced.

«¿Por qué permitirán que haya tormentas así en un lugar sagrado como éste?», se preguntó en voz alta. La voz de Azul resonó... ¿en su cabeza?:

–Michael Thomas, no hay tormentas en esta tierra a me­nos que un ser humano esté realizando el viaje de aprendi­zaje.

–¿Quieres decir que si yo no estuviera aquí, no habría tormenta?

–Sí –respondió la voz de Azul.

–Pero no estoy inmerso en ella. No me afecta.

–¡Exactamente! –rió Azul–. ¡Has aprendido a usar el mapa! Lo creas o no, ha habido seres humanos que, como tú, realizaban el viaje, que desecharon el mapa prematuramente, pensando que se trataba de una especie de broma. Tú sabes lo que representa, y su carácter actual se ha convertido en tu manera de vivir. Tienes un pie en la estructura espiritual del «ahora», pero también estás aprendiendo a medir el tiempo lineal que se contrapone a él mientras realizas este viaje. Por consiguiente, cuando se manifiesta la lección de la tormenta, escapas completamente de ella y esperas en paz a que amai­ne. ¡Michael, se te quiere tanto!

Mike sonrió ante la idea. ¡Todo eso era por su causa! Toda esa energía. ¡Toda esa planificación! Miró hacia fuera y gritó al viento:

–¡Ya puedes parar! ¡Estoy a salvo! –Y se rió mucho. La tormenta duró un par de horas más, y empezó a escam­par al llegar el crepúsculo. Mike no sabía si tenía tiempo para llegar a la siguiente casa; sin la luz del sol no sabía si podría encontrarla. A pesar de todo, se sentía a salvo y con plena capacidad para defenderse por sí mismo si fuera necesario. Así que dejó la cueva y observó, por última vez en ese día, hacia dónde se estaba poniendo el sol. Una vez hecho esto, se dirigió de nuevo hacia donde sabía que estaba el norte.

Iba a paso lento y, mientras tanto, anochecía. Mike se dio cuenta de que, desde que estaba en esa tierra, nunca había estado al aire libre durante la noche. ¿Habrá estrellas o una luna? Lo averiguó enseguida: ninguna de las dos cosas. Cuan­do los últimos vestigios del crepúsculo desaparecieron en el horizonte, Mike se quedó completamente a oscuras. ¡Y vaya oscuridad! Sin contar con ningún tipo de iluminación, Mike ni siquiera podía mirar el mapa. Entonces supo que debería haberse quedado en la cueva. ¡No estaba preparado para ese tipo de oscuridad! Se sentó, ya que no quería tropezar con alguna cosa imperceptible en el camino.

Sentado en la oscuridad, le llevó cerca de una hora darse cuenta de que sus ojos estaban funcionando de un modo ex­traño, o estaba ocurriendo algo anormal. Antes, el sol se ha­bía ocultado inequívocamente por el oeste, que era hacia donde Mike esperaba que lo hiciese. Basándose en ello, situó dón­de estaba el norte y también identificó la punta de una colina con la intención de que fuera un indicador de la que servirse incluso bajo la luz de la luna... Cuando ni la luz de la luna ni la luz de las estrellas hicieron acto de presencia, el indicador había quedado invalidado... hasta ese preciso momento. Con­fusamente, en dirección norte, Mike divisó el tenue perfil del indicador que había determinado antes. El mismo resplandor rojo de la puesta de sol se estaba extendiendo hacia el norte, de tal manera que iluminaba ese punto concreto. ¡Allá había algo que emitía luz!

Mike se levantó con mucha precaución y en estado de alerta. Progresivamente, el tenue resplandor rojo que provenía del norte estaba permitiendo que sus ojos captaran el terreno que le rodeaba. Se movió lenta y silenciosamente hacia la reful­gente luz roja. Avanzaba pisando cuidadosamente la hierba para que no le sorprendiese un cambio en la configuración del terreno, o un canto rodado. Avanzaba a paso de tortuga, encorvado y forzando la vista para ir reconociendo el tenue perfil del terreno que estaba directamente bajo sus pies.

A pesar de su método, que consistía en avanzar agazapado y paso a paso, Mike estuvo a punto de tropezar y caer al encontrarse súbitamente con un cambio en la consistencia del terreno, que se alisaba. ¡Era el sendero! Mike rió entre dien­tes por la metáfora: aunque había optado por dejar el camino, éste había ido a su encuentro cuando más lo necesitaba. ¡Vaya lugar!

Mike vio que el sendero corría en ángulo oblicuo respecto de su indicador del norte, pero creyó que éste le llevaría a la siguiente casa y que aún no la había pasado. Además, notó que el resplandor rojo provenía de la zona hacia la que el sendero llevaba. Mike se situó en lo que percibió era la parte central del camino y, lentamente, fue recuperando el ritmo de la marcha. Aún así, seguía caminando a un ritmo muy lento. Intentaba mantenerse en la parte central del sendero, pero de vez en cuando se desviaba hacia uno u otro borde. Se rió.

«¡Esto es peor que la niebla que hay en la costa de Santa Mónica en el mes de junio!», pensó. Recordó que cuando montaba en bicicleta por la noche, en medio de la niebla, sólo podía ver la línea blanca del centro de la carretera. Ahora hubiera dado lo que fuera porque ese sendero tuviese una lí­nea blanca en el centro.

Mike se percató de que, a medida que se acercaba a la zona refulgente, podía ver con más claridad. Paulatinamente, el camino se fue iluminando casi del todo, lo cual le permitió andar erguido y de un modo normal. Con todo, seguía tenien­do precaución. No sabía qué era esa luz y quería estar prepa­rado para cualquier eventualidad.

Cuando tomó la curva, pudo ver de dónde provenía el res­plandor. No podía creer lo que estaba viendo. Allí, en el bos­que, estaba la siguiente casa ¡y era de color rojo brillante! Le sorprendió el hecho de que, mientras que las otras casas pare­cían refulgir desde el interior, ésta realmente lo hacía.

Mientras llegaba a la casa roja, Mike se permitió acelerar el paso hasta alcanzar un ritmo casi normal. La luz que des­prendía la casa lo envolvió con su resplandor rojo. Revisó el camino y posó la mirada en la señal roja apostada en la senda que partía del camino hacia la casa; tenía inscrito «Casa de las Relaciones». Mike se detuvo.

–¡Oh, Dios mío! –dijo con un suspiro–. ¡Éste es un tema en el que ya he fracasado! ¿Es que vamos a ver más películas?

–¡Pues claro que sí! –El joven ángel rojo surgió de la nada sobre los escalones que conducían a la puerta–. Bien­venido, Michael Thomas de Propósito Puro. ¡Pensaba que te habíamos perdido!

–No he tenido esa suerte, mi buen amigo rojo –le res­pondió Mike–. Sólo me tomé tiempo. Supongo que no ten­go ninguna prisa por ver vuestras nuevas películas. ¿Son como las que tenía Violeta?

–No, Michael. No son iguales.

El ángel rojo era verdaderamente guapo. Le recordaba a Michael a una estrella de cine, a un héroe de acción con un tipazo. ¡El ángel rojo era enorme! Su personalidad era extro­vertida y agradable, de modo que su tamaño no provocaba inquietud (no más que el de los otros ángeles). Su ropaje rojo parecía dotarlo de un aire de sacralidad. Mike recordó haber visto ese color en la ropa de altos cargos eclesiásticos.

–¿Tienes hambre, Michael? –le preguntó el enorme án­gel rojo.

–Sí, señor.

Rojo condujo a Mike al interior de la casa, pero no sin an­tes indicarle con la mano que se quitara los zapatos. Le guiñó un ojo, como si estuviera recordándole por qué el terreno era sagrado. Mike volvió a sentir timidez al ser honrado de ese modo, y no dijo nada. Se quitó los zapatos en silencio y los puso junto a la puerta.

Como en todas las casas anteriores, la apariencia extema de ésta no indicaba cómo era el interior. La casa era grande, tenía escalinatas y arcos, y las ventanas se abrían hacia paisa­jes que no podían ser vistos desde el exterior. Mike nunca se acostumbraría a estas aparentes inconsistencias entre la física y la realidad. Recordó la historia de Alicia en el País de las Maravillas, y se preguntó si Lewis Carroll habría estado al­guna vez allí en sueños. ¡Qué idea más divertida! ¿Debería empezar a buscar al conejo blanco?

–El blanco es el próximo, Michael –le dijo Rojo son­riendo–. Aunque sin conejo.

Mike rió. ¿Así que la siguiente casa era blanca? «¡La Casa Blanca!», pensó Mike divertido. A Rojo también le hizo gra­cia, y Mike tuvo una grata sensación respecto a las lecciones, del tipo que fueran, que le iban a impartir allí. Sentía que Rojo era de su familia. Al igual que Verde, Rojo era como un hermano; quizás uno famoso. Azul y Naranja eran como sus tíos, y Violeta, desde luego, era Mamá. ¡Se moría de ganas de conocer a Papá!

–¿Sientes que somos tu familia, Michael? –Rojo se ha­bía detenido en una zona que evidentemente era de hospedaje y alimentación. Mike percibió el olor de la comida que le habían preparado.

–Sí, Rojo –respondió.

–Qué apropiado. De eso trata esta casa. Rojo echó a andar y acompañó a Mike al comedor. Como era habitual, ya estaba esperándole una fantástica comida.

–Te veré por la mañana, Michael Thomas. Duerme bien y tómate con tranquilidad la enseñanza que recibas aquí.

Rojo dio media vuelta para marcharse, pero le volvió a decir adiós justo antes de cerrar la puerta.

Mike rió para sí pensando en lo educados que se habían vuelto los ángeles a lo largo del viaje. Realmente, se sentía tranquilo. Sabía que Rojo estaba enterado de las lecciones recibidas en la casa violeta y de las intensas emociones y la conmoción que habían creado en lo profundo de su alma. El ángel también había tenido la deferencia de hacerle saber que las siguientes lecciones iban a ser distintas.

¡Mike comió como un león! No había almorzado cuando se encontraba en la llanura, y además, el viajar en la oscuri­dad había consumido una gran cantidad de energía, más de la que habría podido imaginar. Estaba cansado, y después de cenar, se quedó dormido inmediatamente. Estaba tranquilo y se sintió rodeado por la comodidad y la seguridad de la mag­nífica casa roja. Durmió profunda y apaciblemente, casi como si ya estuviera en el hogar.

óóó

Esa noche, más tarde, mientras Michael Thomas estaba dur­miendo, una empapada, disgustada, hedionda y verdosa cria­tura avanzaba hacia la Casa Roja, intentando ocultarse. Echó una mirada a la casa y supo que Michael Thomas estaba allí. Se había cansado de esperar a que Mike apareciera por el ca­mino, pero no le había complacido.

Eso se sentía furioso y lo consumía la ira. ¡Estaba descon­certado! ¿Cómo se había dado cuenta Michael Thomas de que le estaba esperando? ¡Seguramente había dado un rodeo, saliendo del camino! ¡Michael había podido llegar a la Casa Roja sin seguir el camino! ¿Cómo lo había hecho? Eso sabía que a los ángeles no les estaba permitido intervenir, así que ellos no le habían dicho a Michael que Eso le esperaba allí. Ahora tenía que replantearse sus planes, porque al adelantar­se había perdido a Michael. Por lo tanto, ¿debía seguirle otra vez? Por lo menos, así sabría dónde estaba Mike. ¿Qué estra­tegia debía seguir?

Tal como había hecho en anteriores ocasiones, se situó entre los árboles, vigilando mientras esperaba que Mike saliera de la Casa Roja. Eso se daba por satisfecho mientras supiera dón­de estaba Michael. Pasaba el tiempo disfrutando de antema­no con la idea de la confrontación final con él. Una y otra vez, Eso analizó diversos planes, ideando y descartando estrate­gias. Debería emplear una gran cantidad de energía y también un poco de astucia, pero Eso conocía bien a Michael Thomas. Sabía cómo reaccionaba y cómo pensaba. Eso empezó a prac­ticar las técnicas que podrían ser necesarias para que el plan funcionara. La confrontación tendría lugar en el camino que iba a la última casa; ésa sería la ocasión en que Michael esta­ría más vulnerable. Eso volvería a esperarle. «El engaño es la clave», pensó. Tendría que fingir y adoptar otra forma: una apariencia que pudiera mantener durante unos cuantos minu­tos. Esos pocos minutos serían más que suficientes.

Igual que había hecho en las otras casas, Mike se levantó y se vistió con la ropa que le habían dejado en el armario. La ropa era fresca, limpia... y roja. Mike recordó de nuevo las pala­bras de Naranja, quien le había comentado que no tendría eli­minaciones producto de las comidas. También se percató de que no le crecía la barba desde que empezó el viaje. Era como si todo lo que ocurría estuviera, de algún modo, suspendido en el tiempo, impidiendo que su Yo físico envejeciera o fun­cionara como antes de llegar allí. ¡Vaya sitio!

En la habitación adyacente, Mike disfrutó del delicioso desayuno preparado para él. Estaba sentado pensando en su viaje, cuando escuchó que llamaban a la puerta, y entonces entró Rojo.

–Veo que has descansado bien y que ya estás listo, Michael Thomas.

–Sí, Rojo. –Michael se sentía bien y se mostraba afec­tuoso. De nuevo quedó impresionado por lo guapo que era el ángel–. Gracias por tu hospitalidad.

–Te lo mereces, Michael Thomas de Propósito Puro. Rojo sonrió y le hizo una seña con la mano para que se pusiera de pie y le acompañara a recorrer las áreas de apren­dizaje de la Casa de las Relaciones. Rojo condujo a Mike a unas zonas en las que no habían estado la noche anterior. La casa era muy diferente de las otras. Todo ese rojo hacía que Mike se sintiera vivaz y energizado. Era una sensación ex­traordinaria. Finalmente, llegaron a un gran teatro y entraron en él. La pantalla panorámica era igual a la del teatro de la casa anterior, y la silla acolchada estaba allí también, excepto que ahora era roja. Y, al igual que la vez anterior, estaba situa­da demasiado cerca de la pantalla. Rojo sabía que ese sitio podía provocar angustia en Mike, después de la experiencia que había tenido en la casa anterior.

–No es lo que piensas, Michael –le dijo Rojo, tranquili­zándole.

–Gracias, amigo –expresó Mike, agradecido–. ¿Quie­res que ocupe mi asiento?

–Sí.

Al igual que Violeta, Rojo fue a la parte posterior de la sala y se puso a manipular el equipo de proyección. Mike se sentó en la butaca de honor... y empezó la función.

Esta vez no había sonido acoplado a la imagen. En lugar de eso, Rojo iba exponiendo y explicando a Mike lo que éste estaba viendo en la pantalla que tenía enfrente. El ángel tenía razón. ¡La proyección era vigorizante, educativa, ilustrativa y sorprendente! No le provocaba sentimientos retrospectivos ni tristes. Parecía más un pase de diapositivas que un filme.

–Mike, todo esto trata de la familia –empezó a explicar Rojo, mientras aparecían algunas imágenes fijas en la panta­lla–. Ya has visto en la casa anterior que puedes interpretar varios papeles en tu planeta, y que aquellos que están contigo también lo hacen. Asimismo, has aprendido que todos los seres humanos se ponen de acuerdo y planifican las potenciales di­recciones de sus vidas antes de llegar. Ya es hora de que com­prendas las relaciones que existen entre los participantes. Em­pecemos con la identificación de la familia.

Mike, incrédulo, permaneció sentado mientras Rojo pre­sentaba en la pantalla veintisiete hermosas caras, mencionan­do los nombres respectivos, que eran largos y que Mike nun­ca había escuchado. Los nombres sonaban a angélicos, y Mike pensó que debían de ser difíciles de deletrear. Eran nombres tales como Angenon, Aleeilu, Beaurifee, Vereeifon, Kooigre y otros por el estilo. Después, Rojo presentó un cuadro sinóp­tico con el linaje de cada uno de ellos. El cuadro empezaba en la parte superior, que estaba integrada por nombres terrenales y caras que Mike reconoció, y a medida que iba ramificándo­se hacia abajo iba mostrando otros nombres y otras caras que Mike no conocía. En la parte superior estaban sus padres, sus amigos de la iglesia y de la escuela, algunas de las personas de su trabajo, y mucha gente que él apenas conocía. También estaban algunos desconocidos. Mike identificó enseguida a cada uno de ellos; reconoció a los profesores que habían de­jado huella en él. Además, vio a Henry el abusón, ¡y a Carol, su primer amor verdadero! Asimismo reconoció a su amigo John. ¡Y estaba también el atracador que casi le manda al otro barrio en su apartamento! Luego vio a Shirley, la mujer que había amado y perdido en Los Ángeles.

También había otras imágenes de personas que no cono­cía. Una de ellas le llamó especialmente la atención: se trata­ba de una mujer hermosa, con una maravillosa sonrisa. Era pelirroja y tenía los ojos verdes; una combinación encantado­ra. Sentía una energía en tomo a esta imagen, pero no sabía por qué. La siguiente imagen le puso los pelos de punta. ¡Era la mujer que, conduciendo borracha, chocó con el coche de sus padres aquel fatídico día! Ella también había muerto en el accidente, y Mike pensaba que lo tenía bien merecido. ¿Por qué estaba allí? Y ahora, ¡su propia imagen también estaba ahí!

Debajo de la hilera superior de fotografías y vinculadas mediante líneas, como en un organigrama, había más imáge­nes de personas formando otras hileras horizontales, directa­mente debajo de las fotos superiores que Mike había recono­cido.

–Cada línea horizontal corresponde a una vida, Michael Thomas –aclaró Rojo mientras Mike examinaba el conjun­to–. Son los mismos protagonistas una y otra vez. Los nom­bres cambian, y el género varía, pero son los mismos seres... y son tu verdadera familia. Como grupo, viajáis libremente a través del tiempo; algunos van y vuelven, pero todos formáis una familia. Y ha llegado el momento de que conozcas su historia.

Lo que ocurrió a continuación fue uno de los sucesos más sorprendentes y revolucionarios que Mike había experimen­tado jamás. No estaba preparado para lo que aconteció en ese teatro rojo con esos asientos rojos y el maravilloso ángel rojo. Se quedó totalmente petrificado y sin habla, sentado en la gran butaca roja y vestido de rojo.

¡De repente, la primera imagen de la parte superior izquier­da del esquema aumentó hasta adquirir un tamaño normal, y cobró vida! Al mismo tiempo hubo sonido, y la llamada Shir­ley, el amor de la vida de Mike, ¡cobró vida en la pantalla! Y no sólo eso, sino que salió de la gran pantalla y entró en la realidad de Mike, colocándose delante de él. Era real, ¡ya no formaba parte de una película o una representación! Llamó a Mike por su nombre y empezó a narrar su historia mientras estaba literalmente junto a él, como un sujeto perfectamente tangible.

–Michael Thomas, soy Reenuei, del Cuadrante Cinco. Soy de tu familia, ¡y te quiero muchísimo! Soy Shirley, como me conoces en esta vida. Y en la vida anterior a ésta, en el siglo pa­sado, fui Fred, tu hermano. Y antes de ser Fred, en la vida previa a ésa, fui Cynthia, tu mujer. Michael Thomas de Pro­pósito Puro, tenemos un contrato, y a la energía de éste se le llama karma. Juntos planeamos volver a encontramos en esta vida, y lo hicimos. Tú y yo hemos concluido algo que inicia­mos hace siglos, y lo hicimos bien. Nos pusimos de acuerdo en generar sentimientos en ti que te llevarían a estas encruci­jadas de la vida. Ese es el regalo que te doy y lo que tú me regalas. ¡Lo hicimos juntos!

Mike se quedó boquiabierto. Ella no era una imagen de la pantalla. ¡Era real! Estaba escuchando a un ser, que le era muy familiar, que le estaba diciendo que ella era Shirley... y antes de eso, ella fue otra persona que él conoció... y antes de eso... etc. ¡Qué presentación más adorable! Cada palabra es­taba llena de verdad y de propósito; cada explicación se per­cibía fidedigna y absoluta. ¡Vaya historia! ¡Vaya sitio! Mike no sabía si Shirley podía oírle mientras estaba allí, pero la innegablemente sólida imagen que estaba ante él le pidió que hablara.

–¡Gracias, querida Shirley!

Mike hizo una reverencia a aquella que había conocido y amado. Esto le dio una perspectiva totalmente nueva sobre su relación; ahora la veía más como a su mejor amiga que como a la mujer que le había arruinado la vida. Shirley desapareció gradualmente del sitio que había ocupado frente a él.

La siguiente imagen también salió de la pantalla y le contó una historia de amor, intriga y complejas relaciones. Se trata­ba del señor Burroughs, el profesor preferido de Mike en la escuela secundaria. Le explicó que había estado en las vidas de Mike muchas veces, encarnando a muchas personas. Esta vez estuvo solamente para encontrarse con Mike durante su etapa educativa, lo cual hizo. La parte que le correspondía a Mike también era evidente. Se habían ayudado mutuamente de maneras diversas, de las que Mike no era consciente. Tam­bién tenían un contrato, y una energía de aprendizaje llamada karma, aunque era muy ligera. Mike le expresó su agradeci­miento verbalmente, y la imagen del señor Burroughs se des­vaneció, al igual que la anterior.

De repente, tan grande como en la vida real, Mike vio la imagen de su padre. No se sintió triste: ¡Su padre estaba vivo! La figura descendió desde la pantalla y, de un modo casual, se colocó, como un ser viviente, frente a Mike. Empezó a contar su historia, y Mike le escuchó con gran gozo.

–Michael Thomas, no soy quien piensas que soy. –La entidad era amable y no tenía exactamente el semblante del padre de Mike–. Soy Anneehu –continuó–, del Cuadrante Cinco y soy tu verdadera familia. La cara que estás viendo ahora es la de tu padre, e interpreté mi papel en la vida huma­na exactamente como había planeado con tu madre y contigo antes de ir a la Tierra. Todo lo que sucedió fue apropiado, y te dejamos pronto para poder llevar a cabo más contratos en otras zonas espirituales. Cuando te dejamos para realizar nues­tro trabajo, al mismo tiempo facilitamos el regalo más grande que se te ha dado, Michael. Nuestra muerte fue el catalizador de tu iluminación. Entramos en tu vida con una difícil lección kármica de muerte, y la interpretamos perfectamente. Si estás sentado aquí es gracias a eso, y te queremos muchísimo por tu viaje, y por el hecho de que ahora reconozcas el regalo.

Mike sentía intensamente que esta entidad estaba viva y hablando con él en persona. Memorizó el nombre: Anneehu. Deseaba que, a partir de ese momento, el nombre resonara en su vida. ¿Cómo podía haber tristeza alrededor de la muerte de su padre cuando la verdad estaba allí? Las palabras «el mayor regalo» resonaron en sus oídos, mientras que el ser que había sido su padre siguió hablando. Le habló de las gue­rras en las que habían combatido juntos, y de que habían sido hermanos –y por supuesto, también hermanas– hacía mu­chísimo tiempo, cuando los continentes aún no existían en la Tierra.

Finalmente, el padre de Mike concluyó su explicación. Sonrió y se desvaneció igual que los otros. Mike estaba con­movido, pero ni triste ni preocupado. ¡Estaba emocionado! Habló hacia la imagen de su padre, mientras ésta se desva­necía.

–Padre, te estoy muy agradecido por el regalo. Mike sabía que lo que estaba diciendo era absolutamente cierto, y mientras lo decía, hizo una inclinación de cabeza en señal de respeto.

La siguiente fue su madre, y Mike se quedó pegado a su asiento y con la boca abierta, escuchando la historia de lec­ción kármica que ella le explicó, referente a él y a otros que formaron parte de su vida.

–Me llamo Eleeuin y también provengo del Cuadrante Cinco. Te quiero muchísimo y he tenido muchas caras dife­rentes a lo largo de tus vidas pasadas.

Siguió explicándole los papeles que había protagonizado vida tras vida; incluso había matado a Mike una vez, cuando ambos eran mujeres, ¡y hermanas! Le habló de la energía que se creaba con las acciones de una vida a otra, y cómo ésta se utilizaba en la planificación de las lecciones de interacción para la vida siguiente. Ella no provocó en Mike emociones ni creó ningún tipo de melancolía en su alma. Se dedicó a darle información, y su presentación fue muy hermosa. Ella era real. ¡ Estaba viva!

Cuando su madre empezó a desvanecerse, Mike también le habló:

–Gracias por tu regalo, Eleeuin.

Mike consideró que era apropiado recordar los verdaderos nombres de sus padres. Recordar todos los nombres iba más allá de su capacidad, pero se prometió conservar estos dos en su memoria para siempre.

Uno tras otro, los rostros fueron ocupando su lugar como individuos de carne y hueso delante de Mike. Se presentaban a sí mismos y le comunicaban a Michael Thomas el gran amor que sentían por él. Casi siempre hablaban de la familia –to­dos eran de un extraño lugar llamado el Cuadrante Cinco–, cualquier cosa que significara eso.

Sólo hubo tiempo ese día para que nueve de los veintisiete seres le expusieran su historia. Al finalizar, se encendieron las luces. Mike permaneció sentado en silencio, y se dio cuenta de que había pasado la hora de la comida y ni se había entera­do. Desde el fondo de la sala, Rojo vino a su encuentro y se puso delante de él.

–¿Estás cansado?

–No. ¡Lleno de júbilo! –respondió Mike–. ¿Ya tene­mos que dejarlo?

Rojo rió de todo corazón y le hizo a Mike una señal con la mano para que se levantara y le siguiera hacia el comedor.

–Todavía nos quedan dos días más en este plan, Michael Thomas. Hay tiempo para que hable la mayor parte de la fa­milia.

Un millón de preguntas acudían a la mente de Mike mien­tras iba camino del comedor.

–Rojo, ¿te quedarás a cenar? Lo que quiero decir es que... ya sé que no comes, pero quisiera hacerte unas preguntas.

–¡Por supuesto!

Rojo se divertía. Mike pensó que probablemente tendría otras cosas que hacer, sin caer en la cuenta de que Rojo estaba únicamente por él y por otros que estaban en el camino en ese momento.

Entraron en el comedor, donde ya había dos asientos pre­parados. Mike miró a la mesa inquisitivamente.

–¿Quién más estará con nosotros?

–Si no recuerdo mal, me has invitado –respondió Rojo en un tono socarrón.

–¡Pero si tú no comes!

–¿Quién ha dicho eso?

Rojo se divirtió mucho cuando se sentó a la mesa en el sitio que quedaba frente a Mike, y se sirvió una refrescante bebida de frutas. Mike estaba desconcertado.

–Es que yo nunca... quiero decir... ninguno de los otros ángeles comía. Simplemente pensé que...

–Michael –lo interrumpió Rojo–, los ángeles no nece­sitamos comer, pero me uno a ti en esta necesidad humana porque es agradable para ti tener un compañero que también está comiendo. ¿No es así?

–Es cierto.

Mike no podía discutirlo. Hacía semanas que comía solo. La última vez que vivió lo más parecido a comer acompaña­do fue cuando Verde estuvo con él, mirándole mientras co­mía; por lo menos, había tenido compañía. ¡Qué divertido era Rojo! Quizás era el más humano de todos.

–Me siento honrado de que pienses eso –respondió Rojo, masticando pan y leyendo los pensamientos de Mike por com­pleto.

Éste comió a intervalos, porque continuamente le hacía preguntas al ángel.

–Rojo, ¿lo que acaba de ocurrir fue real? Me refiero a cuando esos seres hablaron conmigo. ¿Se trata de una nueva técnica de proyección que todavía no conozco?

Rojo rió de nuevo mientras se limpiaba la barbilla con una servilleta.

–¿Por qué los humanos desean desesperadamente asig­nar realidad a la ilusión? Y aunque la verdad esté presente a veces, los seres humanos la niegan, creyendo que se trata de un engaño. Nunca entenderé esto.

–¿Cuál es la respuesta? –inquirió Mike.

–Todo era absolutamente real –explicó Rojo–. Más real que tu propia realidad en la Tierra, Michael. Ellos están aquí en persona, en esta casa, por ti.

Mike no lo comprendía del todo, pero siguió haciendo pre­guntas.

–Rojo, todos esos nombres que suenan tan raro... me he fijado que mi imagen no tenía uno, sólo esa extraña caligrafía que ya he visto antes.

–Claro que tienes un nombre, Michael, pero por ahora está oculto. Si es lo apropiado, algún día podrás conocerlo o, por lo menos, la parte que puedas pronunciar; pero eso no tiene que ver con tu iluminación. Después de todo, no sabes mi nombre y eso no te ha impedido disfrutar de tu estancia aquí. –Rojo dio otro bocado.

Michael nunca había considerado el hecho de que no sabía los nombres de los ángeles que había encontrado en las diver­sas casas. Simplemente, se refería a ellos de acuerdo al color que tenían; era lo más fácil para todos, y ellos lo fomentaban.

–Rojo, ¿cuál es tu verdadero nombre? –Mike estaba ver­daderamente interesado. Mientras esperaba la respuesta, tomó otro bocado de ensalada.

–Das por hecho que un nombre es un sonido, Michael. Mike reparó en que Rojo era un comensal inepto. Podría afirmarse que era la primera vez que comía. A cada rato, la comida caía de su boca al plato. Ya iba por la cuarta servilleta e intentaba emular a un ser humano lo mejor que podía en los ademanes y en el comportamiento en lo que a comer se refie­re. Verdaderamente, era bastante divertido, pero Mike estaba demasiado absorto en sus preguntas como para reaccionar a esto. Más tarde se reiría a carcajadas, pero no a costa de Rojo. Éste siguió con su explicación, después de limpiarse la boca una vez más.

–Todos los nombres de las entidades del universo son energía, incluidos el tuyo y el mío. Tienen color, vibración, sonido... ¡e incluso propósito! No pueden pronunciarse total­mente como un sonido en el aire, tal como puede hacerse con los nombres de la Tierra. Incluso los nombres que hoy has oído y visto escritos, son solamente una porción de la energía real del nombre completo de cada entidad. Se han pronuncia­do lo mejor posible sólo para ti. Cuando los seres espirituales se saludan entre ellos, pueden «ver» sus nombres. Cada enti­dad lleva consigo todo su linaje y cualidades en los colores y vibraciones dentro de su Merkabah, que es el nombre con el que se denomina un cuerpo angélico. Es bastante más com­plejo de lo que eres capaz de comprender en este momento, Michael, dado que es interdimensional.

–Rojo –prosiguió Michael, pues quería saber más–, hoy, en el cine, ¿por qué había algunas imágenes en la hilera supe­rior que fueron pasadas por alto cuando les llegó el tumo de explicar sus historias?

Mike estaba especialmente interesado por la imagen de la mujer pelirroja cuya energía le había cautivado desde el prin­cipio. Se encontraba en la hilera superior, pero fue omitida.

–Ésos son seres humanos que no conoces, Michael. Rojo dio un sorbo e intentó, sin éxito, que el líquido no se le escapara por las comisuras de la boca, por lo que tuvo que usar de nuevo la servilleta... por séptima vez.

–Así que aquellos a quienes no conozco, no cuentan.

–Normalmente, aquí no muestran contratos sin cumplir, Michael. Tú no podrías establecer una relación con ellos, pues­to que no los has conocido en tu vida. Aquellos que se pre­sentarán son solamente los miembros de la familia que has conocido hasta ahora.

Mike se sentó cómodamente un momento y de nuevo re­flexionó sobre una idea en la que hacía tiempo que no pensa­ba. Se preguntó sobre la conveniencia de su viaje a esta tierra de las siete casas. Si se hubiese quedado en Los Ángeles, po­dría haber interactuado con más personas que tenían planes espirituales para encontrarse con él. ¿Había interrumpido al­gún tipo de plan cósmico? ¿Cuáles podían ser las consecuen­cias?

Rojo «escuchaba» y abordó las preguntas no verbalizadas.

–Escúchame, Michael. No todo lo que piensas se entien­de dentro de las tres dimensiones. Tu mente aquí no es la mente de Dios. Todavía no puedes saber lo que nosotros ya sabemos. Sigues siendo un ser humano, y se te quiere mucho precisamente por serlo. Aquí están ocurriendo más cosas que las que tú sabes. Optaste por abandonar el camino, y es un honor que lo hicieras. Nada de lo que elijas hacer es inapropiado. No podríamos ayudarte como lo estamos haciendo, si no hubiera sido ungido que estuvieras aquí en este momento.

Mike nunca había pensado que su elección de estar en ese camino estuviera ungida. Seguía concibiéndola como una huida. Estaba entrenándose para regresar al hogar y, por alguna razón, esos seres angélicos le honraban y le bendecían. Rojo estaba en lo cierto. No podía ver la perspectiva de con­junto.

–¿Alguna vez llegaré a comprenderlo?

–Cuando estés ante la puerta del hogar y la abras, lo com­prenderás.

Rojo se puso de pie y se excusó con elegancia. Al cerrarse la puerta, Mike se puso de pie y observó la zona de alrededor de la mesa y la silla donde había estado sentado Rojo. ¡Pare­cía que hubiera estado allí un niño de tres años! Había migas, zumo de fruta y pedazos de comida por todas partes. Mike soltó una carcajada.

–¡Te quiero, Rojo! –exclamó.

Se daba cuenta de que Rojo había tenido un detalle al ofre­cerse a cenar con él. Lo había intentado. «Me pregunto si hay cosas que los ángeles no pueden hacer», se dijo. Luego medi­tó y se preguntó: «Si hay cosas que los ángeles no pueden hacer, y los ángeles forman parte de la totalidad, me pregunto si habrá cosas que Dios no puede hacer». De inmediato, Mike oyó la respuesta dentro de su cabeza. ¡Era la voz de Violeta!

–Sí. Dios no puede mentir, ni odiar, ni tomar decisiones imparciales fuera del ámbito del amor. Ésta es la esencia del porqué tenéis las lecciones de la Tierra, para que Dios pueda contar con una prueba imparcial.

¡Vaya! Mike sabía que acababan de impartirle algo pro­fundo, pero no entendió nada. «Quizá, con el tiempo, incluso esto tendrá sentido», pensó. ¡Qué gusto volver a oír la voz de Violeta! ¡Vaya lugar!

Mike se durmió, pero los dos nombres angélicos Anneehu y Eleeuin siguieron apareciendo ante él, con vivos colores y diseños geométricos. ¡Era maravilloso! Mike durmió bien, a pesar del espectáculo luminoso recurrente.

óóó

Al día siguiente, Mike estaba ansioso por empezar. Práctica­mente devoró el desayuno y luego siguió a Rojo al cine. Corrió, literalmente, hasta la gran butaca acolchada y aguardó a que empezaran las presentaciones y las ilustrativas palabras de su recién descubierta familia. Esta vez le tocó el tumo a algunos personajes que no habían sido muy amigables. No obstante, todo le pareció muy apropiado.

Henry, el matón, salió de la pantalla y se puso frente a Mike. Le habló del contrato que ambos habían establecido y de la pesada carga de su origen. Mike y Henry habían sido camaradas de a bordo en un barco, en un pasado remoto, y la interac­ción de sus vidas en ese tiempo había concertado lecciones que ambos tenían que aprender juntos esta vez. Todo esto era fascinante y, de alguna manera, tenía sentido. Él y Mike eran compañeros en una danza de energía que seguía en marcha. Después se fue desvaneciendo, y Mike le dio las gracias por interpretar tan bien su papel.

La siguiente persona que habló fue la mujer que había matado a sus padres con el coche. Ella disfrutó dando su ex­plicación. Se denominaba a sí misma la «catalizadora para la terminación», un lenguaje espiritual, que Mike aún no era capaz de entender. Era como si ella hubiera tenido una cita con sus padres esa noche, en aquella fatídica carretera comarcal, y hubiera acudido puntualmente. Habló de la sesión de planifi­cación, y dijo que todas las entidades habían aplaudido de júbilo cuando todo hubo acabado. La muerte no traía consigo la misma energía para aquellos que estaban al otro lado. ¡Era casi como una obra de teatro!

La mujer nunca pidió perdón por lo que había hecho. No tenía por qué hacerlo, dado que estaba perfectamente de acuer­do con lo estipulado. Mike dejó de juzgarla. De hecho, así se lo hizo saber.

–Gracias por tu regalo, valioso ser.

Mike lo dijo en serio.

El desfile de componentes de la familia llegó a su fin por ese día. Mike se puso de pie y se fue a cenar. Nueve seres más le habían explicado sus historias y linajes. Esta vez, Mike no le pidió a Rojo que cenara con él, pero sí que le hiciera compa­ma mientras cenaba. Tema más preguntas que formularle, y no deseaba distraerse con la comida que salía despedida por aquí y por allí y con las bebidas derramadas.

–Rojo, muchos de estos seres siguen viviendo ahora en la Tierra. ¿Cómo es que también pueden estar delante de mí, explicándome sus historias?

–Michael Thomas, estás usando de nuevo tu experiencia humana para entender la realidad del hogar. El «verdadero Michael Thomas» puede estar en varios sitios. Tu «fragmento de Dios», que es la parte más elevada de tu alma, no está del todo presente cuando estás en la Tierra, sino que está en otra parte haciendo otras cosas; por ejemplo, realizando otros pla­nes para los potenciales de energía con la familia, ahora que has cambiado tu camino.

Rojo sonrió mientras dejaba que Mike cavilara sobre lo que acababa de decir.

–¿Nuevos planes?

–Sí –respondió Rojo.

Mike estaba atónito. Todo empezaba a encajar. Las sesio­nes de planificación no solamente se llevaron a cabo al prin­cipio, antes de que él estuviera allí, sino que otras nuevas, producto de sus iniciativas iluminadas, ¡se estaban llevando a cabo incluso ahora, usando una parte de él mismo de la que ni siquiera era consciente!

–¿Eso me hace tener una especie de personalidad múl­tiple?

–Cierra los ojos, Michael –Rojo le estaba impartiendo una lección–. Concéntrate y recuerda los acontecimientos de este día. Imagina que estás de nuevo en el cine.

Mike lo hizo.

Rojo continuó:

–Dime dónde estás ahora.

–En el cine –respondió Mike.

–Pues yo creía que estabas aquí conmigo, comiendo. Mike abrió los ojos y lanzó a Rojo una mirada de disgusto.

–Espera un momento; se trata solamente de mi imagina­ción. No tiene más valor que el que tienen mis sueños. Mi cuerpo real está aquí, y mis pensamientos en el cine.

–Bueno. Entonces, dime, ¿qué es lo real: tu cuerpo o tus pensamientos? –le preguntó Rojo.

–Mi cuerpo... creo –respondió Mike, vacilante. Rojo no dijo nada. Se inclinó hacia delante y le dio a Mike algo en qué pensar.

–Mike, anoche... –Rojo hizo una pausa para dar efecto a sus palabras– ya sabes que volviste a encontrarte con los tu­yos. Esta vez te mostraron su verdadera energía, y tú los lla­maste por sus verdaderos nombres. Viajaste con ellos a va­rios lugares y te lo pasaste muy bien.

Mike dejó de comer.

–¿Quieres decir que fue real?

–Sí.

–Pero yo estaba dormido... ¡soñando!

–Tu parte humana no te deja comprender la realidad del Espíritu, Michael. Tu conciencia es la verdadera realidad. Lo físico es solamente temporal. Tu estructura celular, aunque es en sí misma un recipiente sagrado, es sólo un lugar donde reside el Espíritu de tu conciencia, y puedes llevar ese Espíri­tu a donde tú quieras. Por lo tanto, donde están tus pensa­mientos, está tu realidad. Créeme, es así. –Rojo sonrió.

–¿Puedo abandonar mi cuerpo? –Mike estaba confuso.

–¡Si lo haces todo el tiempo, Michael! –Rojo se estaba divirtiendo–. Eso te permite estar en dos sitios a la vez, como dices tú. ¡No es tan inusual como crees! Es apropiado, siem­pre y cuando te acuerdes de regresar a tu receptáculo huma­no. Has prometido llevar tu conciencia en ese recipiente mien­tras estés en la Tierra, pero eso no te impide seguir viajando.

–¿Quieres decir que hay una parte de mí que no está aquí?

–Sí. –Rojo sabía cuál iba a ser la siguiente pregunta.

–¿Y dónde está? –preguntó Mike.

El ángel se levantó de su asiento y se dirigió a la puerta para dejar que Mike se retirara a descansar. Se volvió para honrar la última pregunta.

–Está en el lugar más sagrado de todos. Está con todos los demás, en el templo de la física. Está con Dios –y dicho esto, se marchó.

Mike estaba accediendo a información nueva de todo tipo, y no podía descifrar ninguna. «¿El templo de la física? ¿Qué será eso? Suena a proyecto de ciencia de una iglesia, o a pelí­cula protagonizada por Harrison Ford. ¿Qué puede signifi­car?» Era como si cada respuesta a una pregunta generase más preguntas.

Mike se retiró a descansar. Justo antes de quedarse dormi­do, recordó que Rojo le había dicho que sus sueños eran su auténtica realidad. ¿Realmente había viajado con su familia a alguna parte la noche pasada? Si era así, ¿por qué no podía recordarlo con claridad? Todo era tan nuevo... y tan sorpren­dente... Mike siguió pensando sobre ello mientras estaba me­dio dormido, en ese estado en el que abandonaba su pensa­miento humano turbio respecto de lo que en realidad estaba ocurriendo. Después viajó, una vez más, a su lugar preferido –uno en el que había estado muchas veces mientras dormía– donde el amor se encuentra con la realidad, y la familia se reúne para hablar de cosas del pasado, el presente y el futuro, y donde parece que se violan las leyes de la física, pero en realidad se crean. Más tarde sería incapaz de recordar todo lo que había sucedido.

Era el último día en la Casa Roja. En el cine se presentaron solamente unos cuantos astrales, ya que se había pasado por alto por lo menos a cinco de ellos, que no formaban parte en absoluto de la experiencia de Michael hasta el momento. Se encontró de nuevo con el profesor que había denunciado a la administración escolar, y con el atracador, quien aparentemente había desencadenado toda esta aventura gracias a su actua­ción en el apartamento de Mike. Parecía como si todo eso hubiera ocurrido mucho tiempo atrás.

Mike les escuchó a todos, y honró el hecho de que fueran su familia y todos estuvieran vinculados de múltiples mane­ras en sus vidas actuales y pasadas. Cuando acabó, Mike ha­bía adquirido sobre el tema una perspectiva de conjunto que casi ningún humano poseía. Ahora su idea de en qué consistía la vida era mucho más amplia. Volvió a lamentar el hecho de no poder llevarse nada de esto a Los Ángeles, y también no haber tenido acceso a este conocimiento anteriormente.

Si hubiese comprendido la energía kármica de los contra­tos, hubiese tenido una comprensión mucho más serena, ¡in­cluso de las experiencias más emocionales! Esto le habría ayudado a convertirse en el mejor ser humano del planeta. Era posible que los seres humanos en la Tierra nunca acce­dieran a este conocimiento. Quizás ésa fuera la lección de la que se había hablado con tanta frecuencia. Era casi como es­tar en la oscuridad y ver si uno podía descubrir la luz, a pesar de todo. Aunque se trataba de un rompecabezas gigantesco, Mike estaba agradecido por este viaje educativo y de ilumi­nación.

Esa noche dedicó algún tiempo a hacer una ceremonia con su cuerpo, tal y como le había enseñado Verde. Sintió que se avecinaba otro cambio y lo trató exactamente como Verde le había mostrado. Le llevó unas cuantas horas, y Mike supo con absoluta certeza que se había graduado a otro nivel, en el cual, de algún modo, su organismo se había fusionado con su espíritu. Parecía como si la aceptación de lo que había apren­dido en las diversas casas hubiera causado una reacción psi­cológica dentro de sus células. Entonces, recordó que Verde le había dicho que su verdadero espíritu estaba contenido en cada célula. Tenía sentido.

Volvió a dormir bien, sin ser consciente de sus viajes astrales y sus reuniones familiares, y se despertó descansado. Después del desayuno, se atavió con su espada, su escudo y su armadura, y fue a buscar a Rojo. El ángel ya le esperaba, listo para acompañarle a la puerta de la casa. Estaba evidente­mente conmovido al ver que Mike se acercaba.

–Michael Thomas de Propósito Puro. Has cambiado.

–Ya lo sé –Mike se mostró reservado respecto a la cere­monia y el cambio que había experimentado la noche ante­rior–. ¿Cómo lo has sabido. Rojo? ¿Cómo puede saber un ángel si un ser humano ha cambiado su vibración?

Rojo seguía mirando a Mike con una expresión de respeto.

–Tus colores lo revelan –dijo suavemente–. Nunca un ser humano ha cambiado tanto y tan rápido, Michael. En este lugar eres único. Lo has asimilado todo y lo has comprendido tan rápidamente como se te presentaba. ¡Realmente, eres un ser humano muy especial!

Rojo dio media vuelta y condujo a Mike de nuevo por el laberinto de vestíbulos hacia la pequeña puerta de la entrada a la casa roja. Mike salió a la luz del sol y empezó a ponerse sus zapatos, que encontró tal como los había dejado. No ha­bía entendido eso de los colores, pero no importaba.

–Nunca olvidaré este lugar, mi rojo amigo –dijo Mike–. Aquí es donde he conocido a mi familia por primera vez.

Rojo sonrió. Él sabía la verdad. Mike había conocido a su verdadera familia por primera vez como Michael Thomas, el ser humano. Pero en realidad, les conocía de sobra.

–Michael Thomas, todavía te esperan muchas sorpresas en las dos casas que te faltan. Tu nueva vibración hará que todas esas vivencias sean aún más intensas. ¿Estás preparado para afrontarlas?

Mike pensó que eso sonaba amenazador.

–¿Existe la posibilidad de que se presente algún proble­ma, Rojo? –inquirió Mike, preocupado.

–Encontrarás algunos retos físicos, espirituales y emo­cionales, que tendrás que afrontar antes de llegar a la puerta del hogar –respondió Rojo con seriedad–. Quizá sean los desafíos más grandes a los que te hayas enfrentado desde que estás en esta tierra. Algunos pondrán en duda este recorrido y su realidad. Algunos te dejarán atónito por su envergadura. Otros incluso podrían darte miedo.

Mike se irguió al oír esto. Sabía que le esperaba algún tipo de prueba. Al igual que antes, estaba lleno de resolución. No había llegado tan lejos para claudicar ahora.

–Lo entiendo –dijo– y estoy preparado.

–Claro que lo estás, mi amigo humano –Rojo siguió mi­rando a Mike como si lo viera por primera vez–. Tengo que hacerte una pregunta. La oirás esta mañana y posteriormente, aunque sólo dos veces más. La última vez será la más impor­tante.

«¡Por fin!», pensó Mike, contento de que un ángel le estu­viera dando alguna información sobre por qué le habían he­cho esa última pregunta en cada una de las casas. Debía estar relacionada con la séptima casa y con lo que encontraría allí.

–Estoy listo para responder a tu pregunta. Rojo. Mike sabía cuál era la pregunta, pero quería que Rojo tu­viera el honor de formularia. El ángel sabía lo que Mike le estaba concediendo en ese momento, y lo valoraba.

–Michael Thomas de Propósito Puro, ¿amas a Dios?

–Lo mismo que a ti y que a todos los demás. Sí, amo a Dios –Mike se acercó al ángel e hizo algo que no había he­cho antes. ¡Abrazó a Rojo! El enorme ser era como un paque­te descomunal y los brazos de Mike le rodearon en la medida de lo posible. Rojo aceptó inmediatamente la despedida físi­ca y se agachó para permitir que Mike pudiera abrazarle y tenerle a la altura de los ojos. El ángel envolvió completa­mente a Mike, engulléndole entre sus sutiles ropajes rojos.

–Esto tiene un significado, Michael –dijo Rojo mien­tras soltaba a Mike–. Tal como me dijeron Verde y Violeta, eres el primer humano que posee la vibración que puede per­mitirte tocar a un ángel –el rojo ser estaba emocionado–. Nunca antes habíamos abrazado físicamente a un ser huma­no. Siempre recordaré este momento.

Mike aceptó de buen grado el cumplido, y luego echó a andar por el sendero que iba de la casa al camino principal. Estaba ante una disyuntiva: seguir o no seguir el camino. Sí, esta vez usaría el camino para llegar a la siguiente casa, que ya sabía que era blanca. Se volvió una vez más y agitó el brazo para despedirse de Rojo. Éste permaneció en el porche observando a Mike hasta que quedó fuera de su alcance vi­sual. Estaba maravillado del progreso de Mike, y orgulloso de los dones de ese ser humano, y también de las armas que armonizaban con él. Nunca antes había ocurrido esto de una manera tan perfecta.

Era sólo cuestión de minutos que la repugnante y amenazadora criatura –que llevaba con ella el hedor de la muer­te– surgiera de entre los árboles y empezara a seguir al ser humano hacia la siguiente casa. Eso no dejaba huellas de pi­sadas mientras se movía dentro de los márgenes del camino; pasó muy cerca de Rojo y le miró ferozmente con sus ojos abrasadores. Por primera vez, el ángel habló a la aparición:

–Espectro, no tienes ninguna oportunidad. Dicho esto, el rojo ser dio media vuelta y desapareció en el interior de la casa de su mismo color. Para continuar la lectura ir a: 10- la sexta casa.-

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