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domingo, 14 de octubre de 2007

02. La Visión

Mike despertó en un lugar que no le era familiar. En ese mo­mento, haciendo una retrospección instantánea con su consciencia recién recuperada, lo recordó todo. Recorrió con la mirada la totalidad de su entorno, y llegó a la conclusión de que no estaba en su apartamento ni tampoco en un hospital local. Todo estaba en silencio. De hecho, el silencio era tan absoluto que lo desconcertaba. ¡No había más sonido que el de su propia respiración! No se escuchaba el ruido de coches circulando, ni el zumbido del aire acondicionado. ¡Absoluta­mente nada! Mike se incorporó un poco sobre el lecho.

Al dirigir la mirada hacia sus pies descubrió que se encon­traba en una extraña cama blanca, pequeña como una cuna. No llevaba puesto pijama, sino que estaba vestido exactamente como cuando sufrió el ataque. Alzó la mano y se tocó el cue­llo. Su último pensamiento consciente era que se lo habían destrozado, pero, aliviado, no localizó ninguna señal de daño. ¡Mike se sentía realmente bien! Suavemente, se palpó todo el cuerpo y, extrañamente, no había dolor ni lesión alguna. ¡Pero ese silencio! Le estaba volviendo loco el que no llegara nin­gún estímulo a sus oídos. La iluminación también era extra­ña. No parecía provenir de ningún lugar concreto, y al mismo tiempo, era como si viniera de todas direcciones. Era de un blanco brillante, un blanco tan carente de color que hería sus ojos. Y decidió examinar su entorno con más detalle.

Era algo misterioso. No estaba en una habitación, ¡pero tampoco fuera de ella! Sólo estaban él, la cuna y un suelo blanco que se extendía tan lejos como alcanzaba a percibir su vista. Mike estaba echado boca arriba. Sabía lo que había su­cedido. Estaba muerto. No era necesario ser una lumbrera para comprender que lo que estaba observando y sintiendo no era lógico ni normal en el mundo real. Pero, ¿por qué seguía en­carnado en su cuerpo?

Decidió hacer algo absurdo: se pellizcó para comprobar si sentía dolor, y se contrajo profiriendo un fuerte «¡Ay!».

–¿Cómo te sientes, Mike? –le preguntó una dulce voz masculina.

Instantáneamente, miró en dirección a la voz y vio una imagen que no olvidaría durante el resto de su vida. Percibió una presencia angelical y experimentó una fuerte sensación de amor. Mike siempre solía preguntarse primero cómo se sentía y después qué era lo que veía. Tenía por costumbre describir sus experiencias de este modo cuando se lo pregun­taban, y en ese preciso momento veía una figura vestida de blanco que era, de alguna forma, amenazadora y esplendorosa a la vez. «¿Son alas eso que veo?», se preguntó. «¡Qué tópico!» Mike sonrió a la visión que se encontraba frente a él, pero le costaba creer que fuese real.

–¿Estoy muerto? –preguntó estoicamente pero con res­peto al ser que tenía enfrente.

–De ninguna manera –le respondió la figura, y se le acer­có–. Solamente es un sueño, Michael Thomas.

La aparición se acercó todavía más, aparentemente sin ca­minar. Mike miró el rostro velado, borroso, del «hombre» gi­gantesco que estaba junto a su cama; había algo que lo hacía sentirse cómodo, seguro y protegido. Todo lo que podía hacer era seguir hablando. ¡Era una sensación maravillosa!

La figura estaba vestida de blanco, pero no podía decir­se que llevara lo que podría definirse como ropa. La prenda que vestía parecía tener vida propia y se movía con el hombre como si fuera una segunda piel. La cara del ser era indefinida. Mike no veía que hubiera pliegues, botones o arrugas donde acababa la piel y empezaba la ropa, aunque la extraña indu­mentaria no estaba ceñida al cuerpo, sino que era sutil, fluida y a veces parecía realmente brillar de forma vaga y confusa.

Aparte de la visión en sí misma, los ojos de Mike tendían a rundir el blanco del atavío del hombre con el blanco insólito del ambiente de su entorno. Era verdaderamente difícil dis­tinguir dónde acababa realmente la figura y empezaba el mar­co de los acontecimientos.

–¿Dónde estoy? Puede parecer una pregunta muy tonta, pero supongo que tengo derecho a formularla –dijo Mike en voz muy baja.

–Estás en un lugar sagrado –le respondió la figura–. Es un sitio que tú mismo has creado y está lleno de un inmenso amor, que es lo que estás percibiendo ahora mismo.

La figura angélica se inclinó hacia Mike y pareció añadir aún más luz a la que ya había en aquel lugar.

–¿Quién eres tú? –preguntó Mike respetuosamente, con apenas un hilo de voz.

–Tal como habrás supuesto, soy un ángel. Mike ni siquiera pestañeó. Sabía que la visión que estaba ante él decía la verdad. La situación, por extraña que pudiera parecer, era extremadamente real. Mike no dudó de ello ni un solo instante.

–¿Todos los ángeles son del sexo masculino? Mike se arrepintió de haber hecho esa pregunta tan pronto como salió de sus labios. ¡Vaya tonterías que se le ocurría preguntar! Evidentemente, era un momento muy especial. Si era un sueño, era algo sumamente real, como jamás había experimentado.

–Solamente soy lo que tú desees que sea, Michael Thomas. No tengo forma humana, así que lo que ves ante ti es una representación para que te sientas cómodo. No obstante, la respuesta es no: no todos los ángeles somos masculinos. Real­mente, no tenemos sexo, y no todos tenemos alas.

Mike sonrió de nuevo, comprendiendo que tal vez estaba viendo un fruto de su propia creación mental.

–¿Qué aspecto tienes en realidad? –preguntó Mike, que empezaba a sentirse con una mayor libertad para hablar con naturalidad a ese amoroso ser–. ¿Y por qué percibo borrosa tu cara?

Era una pregunta totalmente válida dadas las circunstan­cias.

–Mi aspecto te desconcertaría y, al mismo tiempo, senti­nas una extraña reminiscencia al verlo, porque es el aspecto que tú también tienes cuando no estás en la Tierra. Simple­mente, está más allá de toda descripción, por lo que seguiré adoptando esta imagen por ahora. En cuanto a mi rostro, pronto lo verás.

–¿Cuando no estoy en la Tierra"? –inquirió Mike.

–La existencia en la Tierra es temporal. Y esto ya lo sa­bes, ¿verdad? Sé quién eres, Michael Thomas. Eres un hom­bre espiritual y comprendes la naturaleza eterna de los seres humanos. Has agradecido infinidad de veces poseer una na­turaleza espiritual, y los nuestros han escuchado todas y cada una de tus palabras.

Mike guardó silencio. En efecto, había rezado tanto en la iglesia como en su casa, pero pensar que todo había sido es­cuchado claramente era exagerar demasiado. ¿Y el ser que protagonizaba su sueño afirmaba que le conocía?

–¿De dónde vienes? –interrogó Mike.

De casa.

Ahora, el amoroso ser parecía resplandecer justo frente a la pequeña cuna de Mike. La figura ladeó la cabeza y aguardó pacientemente a que él considerara lo dicho. Mike sintió un hormigueo que le recorrió la columna vertebral de arriba aba­jo. Tenía la fuerte sensación de que lo que se encontraba fren­te a él era algo totalmente verídico y que un maravilloso cúmulo de conocimiento le sería otorgado con sólo pedirlo.

–¡Tienes razón! –dijo el ángel respondiendo a las cavi­laciones internas de Mike–. Lo que hagas ahora cambiará tu futuro. ¿Percibes que es así, verdad?

–¿Es que puedes leer mis pensamientos? –preguntó Mike un tanto tímidamente.

–No. Podemos sentirlos porque, ¿sabes?, tu corazón está conectado al todo y por eso acudimos cuando nos necesitas.

–¿Hablas en plural? –La situación se estaba volviendo aún más misteriosa–. Yo sólo puedo verte a ti.

El ángel rió de buena gana, y el sonido fue espectacular. ¡Cuánta energía tenía esa risa! Mike sintió que todas y cada una de las células de su cuerpo resonaban con el sentido del humor que el ángel expresaba. Todo cuanto éste hacía era fresco, más grande que la vida y, de algún modo, evocaba de forma maravillosa algo profundo que estaba en el subcons­ciente de Michael, que quedó pasmado con el sonido de la risa, pero no dijo nada.

–Te estoy hablando con la voz de uno, pero represento las voces de muchos otros –afirmó el ángel mientras exten­día los brazos, dejando que el extraño ropaje-piel flotara y ondulara con el movimiento–. Hay muchos de nosotros al servicio de cada ser humano, Michael. Ello será evidente para ti, si eliges que así sea.

¡Elijo esa opción! –confirmó Michael a gritos. ¿Cómo podía ignorarse una invitación como ésa? En ese momento, Michael se sintió un poco avergonzado, como si estuviese actuando igual que un niño frente a una estrella de cine. Guardó silencio durante un rato, observando que el án­gel se movía ligeramente hacia arriba y hacia abajo, como si estuviera sobre una especie de pequeño ascensor hidráulico. De nuevo, reflexionó hasta qué punto lo que estaba vien­do era producto del deseo de percibir las cosas que, en cier­to modo, provenían tanto de las películas que había visto como de asistir a la iglesia o de conocer algunas grandes obras de arte. Y de nuevo, todo quedó en silencio. ¡Qué silencio! Era evidente que el ángel no iba a darle información a menos que Mike empezara a formular preguntas.

–¿Puedo preguntarte sobre mi situación? –inquirió Mike respetuosamente–. ¿Estoy soñando? Es que parece tan real...

–¿Qué es un sueño humano, Michael Thomas? –El án­gel se acercó un poco más–. Es una visita a tu mente bio­lógica y espiritual, que te capacita para recibir información desde mi perspectiva, a veces metafóricamente. ¿Lo sabías? Posiblemente un sueño no se parecerá a tu realidad pero, ¡en verdad está más cerca de la realidad de Dios que cualquier otra cosa que experimentes habitualmente! Las veces que tu padre y tu madre te han visitado en sueños, ¿cómo hacen que te sientas? ¿Parecen reales? Lo parecen. ¿Recuerdas cuando te visitaron la semana siguiente de ocurrir el accidente? Llo­raste durante días a consecuencia de ello. Era su realidad: los mensajes que te enviaban eran reales, porque hasta hoy si­guen dándote su amor, Michael, ya que, lo mismo que tú, ellos también son eternos. Respecto a tu situación, ¿por qué crees que estás teniendo este sueño? Es el único propósito de esta visita, y es oportuno y apropiado.

Mike estaba encantado con la larga conversación de aquel hermoso ser que a cada momento le iba pareciendo más fa­miliar.

–¿Saldré bien librado de esta situación? Más bien creo que me encuentro terriblemente herido y que yazgo incons­ciente en alguna parte, tal vez agonizando...

–Eso depende –respondió el ángel.

–¿De qué? –inquirió Michael.

–¿Qué es lo que realmente deseas, Michael? –le pre­guntó el ángel de una manera encantadora–. Dinos que es lo que verdaderamente quieres. Medita cuidadosamente tu res­puesta, Michael Thomas, dado que la energía de Dios casi siempre es literal. Además, nosotros sabemos que lo sabes. No puedes engañar a tu propia naturaleza.

Michael deseaba dar una respuesta honesta. La situación se estaba volviendo más real a medida que transcurría el tiem­po. Podía recordar los sueños tan verídicos que había experi­mentado, en los que aparecían sus padres justo después del accidente que tuvieron. Aparecieron juntos ante él las pocas veces que pudo conciliar el sueño durante esa horrible sema­na. Lo abrazaron, le acariciaron y le dijeron que ése había sido el momento apropiado para marcharse (fuera cual fuera el significado de esa palabra en este caso). Mike todavía no había podido aceptarlo.

Sus padres también le habían dicho que una parte del con­trato de su muerte había sido darle a Mike un don. Siempre se preguntaba qué don podía ser ése. Pero ahora, de nuevo, ¿se trataba de un sueño o de la realidad? El ángel le dijo que era real. Si bien era cierto que la experiencia que estaba vi­viendo ahora se lo parecía, tal vez las apariciones de sus padres también eran similares a lo que era el ángel, un sueño o visión que percibía como algo confuso. Pensó en eso con frus­tración.

«¿Qué es lo que verdaderamente quiero?», se preguntó Michael. Pensó en su vida y en todas las cosas que le habían ocurrido en el transcurso del año anterior. Sabía lo que que­ría, pero no se sentía con fuerzas para pedirlo.

–No se adecúa a tu esplendor que niegues tus deseos más íntimos –le dijo el ángel para que reflexionara.

«¡Caramba!», dijo Michael para sí. «De nuevo, el ángel sabe lo que estoy pensando. No puedo ocultarle nada.»

–Si ya sabes lo que quiero, entonces ¿por qué me lo pre­guntas? –inquirió Mike–. ¿Y qué es eso de que soy esplen­doroso?

Por primera vez, el ángel mostró algo más que una sonri­sa. ¡Era un sentimiento de honor y respeto!

–No tienes la menor idea de quién y qué eres, Michael Thomas –le dijo gravemente el ángel–. ¿Te parezco her­moso? Deberías ver el aspecto que tú tienes. Y algún día lo verás. Y en cuanto a que conozco tus pensamientos y tus sen­timientos ¡pues claro que sí! Estoy aquí como parte del apoyo que recibes y, por lo tanto, estoy contigo de muchas maneras muy personales. Aparecer ante ti es un honor para mí, pero es tu propio propósito el que producirá el cambio ahora. Pue­des escoger entre decirme cuál es tu mayor deseo en este mo­mento como ser humano, o no decírmelo. La respuesta ha de provenir de tu propio corazón, que la manifestará con la sufi­ciente fuerza como para que la escuchen todos (incluso, mismo). Lo que hagas en este momento representará una di­ferencia para muchos seres.

Mike lo asimiló totalmente. Tenía que manifestar su ver­dad, incluso aunque no fuera la que el ángel quería oír. Re­flexionó un momento, y luego habló.

–¡Quiero ir a casa! Estoy cansado de mi vida como ser humano.

¡Bueno, ya estaba dicho! Quería largarse.

–Pero no quiero escapar de algo que sea importante en el plan de Dios –Mike hablaba con pasión–. La vida parece carecer de sentido, pero me enseñaron que he sido creado a imagen y semejanza de Dios con algún propósito. ¿Qué pue­do hacer?

El ángel se movió hacia el lado de la cuna para que Michael pudiera verlo mejor. Era asombrosa esa visión, sueño, o lo que fuese. Hubiera jurado que en ese momento se percibía un olor a violetas (¿o era a lilas?). ¿Por qué a flores? ¡El ángel verdaderamente tenía un aroma! Se veía aún más hermoso cuanto más se acercaba. Michael también era consciente de que el ángel disfrutaba con el diálogo. Podía sentirlo, aunque no distinguía expresión alguna en su rostro.

–Dime, Michael Thomas. ¿Es puro tu propósito? ¿Real­mente quieres lo que Dios quiere? Deseas regresar al hogar, pero también eres consciente, de un modo u otro, de un plan más grandioso. Entonces, no quieres decepcionamos y tam­poco quieres incurrir en un acto que sea inadecuado espiri­tualmente, ¿verdad?

–Sí –respondió Mike–. Es exactamente como dices. Quiero abandonar mi situación, pero esa aspiración me temo que es una contradicción, o es egoísta.

–¿Qué pasaría si te dijese que puedes tener ambas cosas? –le preguntó el ángel con una sonrisa–. Y que tu anhelo de ir a casa no es egoísta, sino natural, y que no está en conflicto con el deseo de honrar tu propósito como ser humano.

–Por favor, dime cómo puedo lograrlo –expresó ansio­samente Mike.

El ángel había visto el corazón de Mike y, por primera vez, lo estaba honrando espiritualmente.

–Michael Thomas de Propósito Puro, para determinar si ésta puede ser tu búsqueda, debo hacerte otra pregunta antes de decirte más al respecto –El ángel se alejó un poco–. ¿Qué esperas obtener al volver al hogar?

Mike lo meditó a fondo. Su silencio podía haber sido incó­modo en una conversación humana normal, pero el ángel lo comprendió totalmente porque sabía que ése era un momento sagrado para el alma de Michael Thomas. Según la medida del tiempo aquí en la Tierra, Michael Thomas estuvo cavilan­do durante diez minutos o más, pero el ángel permaneció inmutable y callado, sin manifestar ningún sentimiento de im­paciencia o de hastío. Mike empezaba a comprender que este ser era eterno y que no experimentaba los sentimientos de im­paciencia que solían tener los humanos, cuya única realidad era la del tiempo lineal.

–Quiero ser amado y estar rodeado de amor –fue la res­puesta de Mike–. Deseo sentir paz en mi existencia –hizo una pausa, y prosiguió–: No quiero estar sujeto a las preocu­paciones y dificultades en la interacción con quienes me ro­dean. No quiero preocuparme por el dinero. ¡Quiero sentirme liberado! ¡Estoy cansado de estar solo! Quiero significar algo para otros seres en el universo. Quiero saber que si existo es por alguna razón, y cumplir con la parte que me corresponde, ser una parte correcta y adecuada del plan de Dios. En reali­dad, no quiero ser el humano que he sido. ¡Quiero ser como tú! –de nuevo, hizo una pausa–. Esto es lo que representa para mí ir a casa.

Una vez más, el ángel se puso a los pies de la cuna.

–Entonces, Michael Thomas de Propósito Puro, ¡tendrás lo que deseas!

El ángel pareció resplandecer todavía más intensamente, ¡si eso era posible! Su fulgor era completamente blanco, aun­que en ese momento empezaba a adquirir un matiz dorado.

–Pero debes seguir un camino que está predeterminado y debes hacerlo voluntariamente con intención y por tu elec­ción. Entonces serás recompensado con un viaje a casa. ¿Lo harás?

–Sí –respondió Mike.

Sentía que empezaba a manifestarse en él una sensación que sólo podía ser descrita como un baño de amor. El aire empezaba a estar denso. El fulgor del ángel comenzó a inva­dir la cuna y a rodear los pies de Mike, quien sintió un escalo­frío que le recorrió toda la espina dorsal. Involuntariamente, empezó a sacudirse con una rápida vibración; algo que nunca antes había experimentado. Era tan rápida que parecía un zumbido. Subió por su cuerpo hasta la cabeza. Su visión empezó a cambiar: destellos de luz azul y violeta contrastaban con el blanco intenso que había estado contemplando desde el ini­cio de la experiencia.

–¿Qué ocurre? –preguntó Mike con temor.

–Tu intención es cambiar tu realidad.

–No lo comprendo. Mike estaba aterrorizado.

–Lo sé –replicó el ángel en un tono muy compasivo–. No temas integrar a Dios dentro de tu ser. Es una fusión que has pedido, y que será apropiada para tu viaje a casa.

El ángel se alejó de la estrecha cama donde yacía Mike, como para darle espacio.

–¡No te vayas todavía, por favor! –exclamó Mike, que seguía asustado y abrumado.

–Sólo me estoy ajustando para adaptarme a tu nuevo ta­maño –le dijo el ángel, un tanto divertido–. Sólo me iré cuando hayamos concluido.

–Sigo sin comprender, pero no tengo miedo –mintió Mike.

El ángel rió de nuevo, llenando el espacio con una reso­nancia que asombró a Mike por su maravilloso regocijo y por la intensidad de su amor. Mike se dio cuenta de que allí no había secretos, así que siguió hablando. Tenía que saber lo que era esta sensación. Entonces el ángel rió de nuevo.

–¿Qué me ocurre cuando ríes? De alguna manera, me afec­ta interiormente, y es algo que antes nunca había sentido. El ángel se alegró de oír la pregunta.

–Lo que escuchas y sientes es un atributo que proviene puramente de la fuente de Dios –contestó el ángel–. El hu­mor es una de las pocas cualidades que pasan inmutables de nuestra parte a la tuya. ¿Te has preguntado alguna vez por qué los humanos son las únicas entidades biológicas de la Tierra capaces de reír? Quizá pienses que los animales tam­bién lo hacen, pero sólo están respondiendo a un estímulo. Vosotros sois los únicos que tenéis la verdadera chispa de sabiduría espiritual que apoya esta propiedad singular; los únicos que podéis crear humor a partir de un pensamiento o una idea abstractos. Por consiguiente, la clave es tu concien­cia. Créeme, es sagrada. Y por eso es muy curativa, Michael Thomas de Propósito Puro.

Esta fue la más larga explicación que el ángel le había dado hasta el momento. Mike sintió que podía obtener otras per­las de verdad como ésa antes de que concluyera el encuentro. Y lo intentó con auténtica ilusión.

–¿Cómo te llamas?

–No tengo nombre.

Todo volvió a quedar en silencio y tuvo lugar una larga pausa. «¡Ay!», pensó Mike. «Volvemos a las respuestas bre­ves.» Y siguió probando:

–¿Cómo se te conoce? [1]

–Yo soy conocido por todos, Michael Thomas. Y como soy conocido por todos, luego, existo.

–No entiendo qué quieres decir –replicó Michael.

–Lo sé –respondió el ángel, que rió de nuevo, pero no de él. Su risa era un homenaje a la ingenuidad de Mike en una situación en la que no se esperaba que obtuviera más infor­mación, del mismo modo que un padre consentiría a un niño que hiciera preguntas perspicaces sobre la vida. Había amor en todo lo que el ángel hacía o decía. Mike sabía que tenía que dejar de presionar, y fue al grano.

–¿Cuál es ese camino del que me hablas, querido ángel? Mike se sintió incómodo por un momento, al haber em­pleado la palabra «querido», pero, de algún modo, era apro­piada para dirigirse a la personalidad que estaba ante él. El ángel era paternal, como un hermano, como una hermana y al mismo tiempo, transmitía la sensación personal de ser un amante: todo a la vez. Era una sensación que Mike no olvida­ría fácilmente. Quería permanecer junto a esa energía, y le horrorizaba pensar que llegaría a su fin.

–Cuando vuelvas a tu realidad, Michael, prepárate para emprender una aventura que durará varios días. Cuando estés listo, se te mostrará el inicio del viaje. Se te pedirá que viajes a las siete casas del Espíritu, y en cada una de ellas encontra­rás a una entidad similar a mí, cada una con un propósito diferente. El viaje puede encerrar sorpresas e incluso peli­gros, pero puedes dejarlo en el momento que lo desees, y na­die te juzgará. Durante el viaje cambiarás y aprenderás mu­chas cosas. Se te pedirá que estudies los atributos de Dios. Si pasas por las siete casas, entonces la puerta para regresar al hogar aparecerá ante ti. Y, Michael Thomas de Propósito Puro –el ángel hizo una pausa y sonrió–, habrá una gran celebra­ción en cuanto hayas abierto esa puerta.

Mike no tenía la menor idea de qué decir. Experimentaba una sensación de liberación, pero también un gran nerviosis­mo por el hecho de viajar hacia lo desconocido. ¿Qué encon­traría? ¿Debería hacerlo? ¡Quizá todo esto no era más que un sueño absurdo! Sin embargo, ¿qué era real?

–Lo que está ante ti ahora, Michael Thomas de Propósito Puro, es real –le dijo el ángel, quien una vez más había cap­tado sus emociones–. El lugar al que volverás es una reali­dad temporal construida con el único fin de que los seres hu­manos lleven a cabo un aprendizaje.

Bastaba con que Michael tuviera una duda, para que el ángel lo supiera. Mike volvió a sentir que de alguna manera su mente estaba siendo violada por esta nueva forma de co­municación aunque, por otro lado, ¡estaba siendo honrado! «En un sueño, estás en contacto con tu propio cerebro», pen­só Michael. «Por lo tanto, no puedes tener secretos contigo mismo. Y tal vez por eso parece normal tener una conversa­ción con este ser que siempre sabe lo que estoy pensando.» Además, Mike estaba experimentando exactamente lo que el ángel decía y empezaba a sentirse bastante cómodo en esta «realidad onírica» y no tenía ganas de regresar a nada que fuera menos que eso.

–¿Y ahora qué? –preguntó Mike titubeando.

–Ya expresaste tu intención de hacer el viaje. Así que ahora volverás a tu estado humano consciente. Sin embargo hay que recordar algunos puntos: las cosas no siempre serán lo que parecen, Michael. A medida que vayas progresando, estarás más cercano a la realidad que ahora que estás expe-rimentando conmigo. Por lo tanto, es posible que tengas que de-sarrollar una nueva manera de ser; quizá un poco más... –El ángel hizo una pausa– más en el presente de lo que solías estar, mientras te acercas a la puerta del hogar.

Mike no comprendía de qué le estaba hablando el ángel pero, no obstante, escuchaba atentamente.

El ángel continuó:

–Debo hacerte otra pregunta, Michael Thomas de Propó­sito Puro.

–Estoy preparado –respondió Mike, sintiéndose menos seguro de sí, aunque también honestamente listo para seguir adelante–. ¿Cuál es la pregunta?

El ángel se acercó a los pies de la cuna.

–Michael Thomas de Propósito Puro, ¿amas a Dios? Mike se sorprendió por la pregunta. «Claro que sí», pensó. ¿Por qué se lo preguntaba?

–Dado que puedes ver mi corazón y conoces mis senti­mientos, debes saber que amo a Dios –respondió en el acto.

Se hizo un silencio y Mike hubiera podido asegurar que el ángel estaba contento.

–¡Pues claro que sí!

Fue la última frase que Mike escuchó de los borrosos la­bios de la hermosa criatura, quien evidentemente le quería mucho. El ángel extendió la mano hacia Mike y la movió de tal manera que atravesó su garganta. ¿Cómo podía llegar tan lejos? Inmediatamente, Mike sintió como si miles de luciér­nagas corrieran por su cuello y, al mismo tiempo, modifica­ran su persona. No sintió ningún dolor pero, súbitamente, vomitó.


[1] Aunque la frase pueda sonar extraña, tiene su razón de ser. El autor no usa en inglés el verbo «llamar» para poder vincular la pregunta con la explicación. (N. del T.)

PARA CONTINUAR LEYENDO IR A: 03- LA PREPARACION.-

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